Como era de esperarse, entre filias y fobias, se han desatado una serie de comentarios después de la presentación del 19 de julio del director general de Petróleos Mexicanos (Pemex), Octavio Romero Oropeza, en la conferencia del presidente de la república. Se puede dudar de los resultados productivos y financieros de la empresa del Estado, pero es poco ético poner por delante la descalificación tal como lo hizo Manuel Cloutier en su mensaje en la plataforma “X”: “Este agrónomo castrado es un mentiroso, aquí les presentó los estados financieros consolidados y dictaminados de PEMEX donde queda constancia de que PEMEX está totalmente quebrado”.
Opinar sobre la situación actual y el futuro de la empresa productiva del Estado requiere de un análisis más juicioso y de calmar los ánimos que llevan al adjetivo soez. Para opinar sobre la estrategia actual y la que seguirá el próximo sexenio, se debe tomar en cuenta que Pemex está circunscrito a un programa de desarrollo energético nacional. La empresa estatal no es un ente aislado, por lo que su plan de negocios deberá ajustarse a lo que se quiere para el país.
Existen líneas estratégicas que impactan a la empresa y que tienen que ver con objetivos inobjetables a nivel nacional; desde luego, lo ideal sería que el desarrollo energético sustentable del país llevase al equilibrio financiero de Pemex, pero este “pari passu” es complejo y requiere de cierto tiempo. Vale la pena señalar estas líneas estratégicas: 1) autosuficiencia, 2) seguridad y 3) transición energética.
1. La autosuficiencia se define como la capacidad de satisfacer las necesidades energéticas sin depender de otros países. La estrategia planteada por la administración del presidente López Obrador esta sustentada en este principio de soberanía nacional.
Debe destacarse que, si bien México ha sido un exportador de petróleo crudo, lejos ha estado de alcanzar su autosuficiencia en petrolíferos, particularmente en gasolinas. Existe desde hace más de una década un doble efecto: por una parte, un disminución de las reservas probadas y de la producción de crudo; y por otra parte, una importación creciente de gasolinas y otros derivados. Este contexto llevó a un creciente déficit comercial de la balanza petrolera, cuya corrección podría dar inicio si se es autosuficiente en productos refinados; ya que el saldo negativo actual obedece básicamente a la importación de combustibles.
En consecuencia, hubo un cambio de estrategia en la administración del presidente López Obrador que generó un nuevo plan de negocios para Pemex: tanto la exploración como la explotación de crudo deben servir, primero, para garantizar y satisfacer el abasto de la materia prima de Pemex, refinación dentro de un plano sustentable; siendo menos relevante la producción de crudo para la exportación.
2. La seguridad energética se define como la capacidad de satisfacer las necesidades energéticas básicas de una población en forma sostenible. Este concepto que pareciese similar al de la autosuficiencia no lo es, porque de lo que se trata es de garantizar el acceso a la población a servicios energéticos, lo que requiere de un suministro estable y continuo a precios asequibles. Tendría poco sentido dejar de importar gasolinas si hubiese un comportamiento de precios creciente de los productos refinados producidos en México.
Durante el gobierno del presidente López Obrador los estímulos fiscales han jugado un papel relevante para estabilizar los precios de gasolina y amortiguar el impacto que tiene en México el alza en los precios internacionales de los combustibles. La cuota de Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) se ha articulado al comportamiento de los precios internacionales del petróleo: cuando los petroprecios suben, el gobierno otorga más estímulos y cobra menos IEPS, existiendo una afectación fiscal; cuando bajan, se recortan los estímulos y aumenta la tasa del impuesto especial, lo que genera un beneficio fiscal. ¿Qué tanto se puede despegar la política fiscal del comportamiento del mercado internacional en materia petrolera? Es difícil precisarlo, lo que si será evidente es que los precios tanto del petróleo crudo y, sobre todo, de las gasolinas en un ámbito comparativo global, dependerá en mucho de contar con sistemas productivos de extracción y de refinación competitivos.
Cierto, con la autosuficiencia en gasolinas que se propone podría existir una menor dependencia a la volatilidad de precios que en forma frecuente se presenta en el mercado internacional; no obstante, dentro del contexto de una economía abierta será imposible obstruir los impactos comerciales externos. Aún así, la estrategia de seguridad energética del país sólo tendría realmente éxito si hubiese un continuo descenso en los precios internos reales de los combustibles.
En torno a la autosuficiencia y a la seguridad energética, debe reiterarse que el petróleo y sus derivados cumplen un papel estratégico en el funcionamiento de nuestro sistema económico. Aun cuando se pondere la transición energética, es indudable que los hidrocarburos seguirán siendo un componente fundamental para el desarrollo de las diferentes actividades económicas en las próximas dos décadas, sobre todo, si se concibe que el cambio hacia energías limpias será gradual dada nuestra condición de país en desarrollo.
La estrategia de destinar gran parte de nuestra producción de crudo a la refinación y de contar con suficientes gasolinas y otros derivados para abastecer el mercado interno cambió el plan de negocios de Pemex, ya que ahora se sustenta más en las ventas internas que en las externas. Se habla de alcanzar para el siguiente año 98% en la autosuficiencia de combustibles, lo que le dará mayor participación a las ventas internas dentro de los ingresos totales de Pemex. Se estima que al finalizar 2024 la comercialización en el mercado nacional representará 83.3% del total de los ingresos de la empresa, cuando al cierre de 2018 representaba 58.4%.
3. La transición energética se define como el cambio ordenado y programado en la generación de energías para migrar de fuentes convencionales (fósiles) hacia energía limpias dentro de un contexto sustentable; se trata de reducir las emisiones de gases invernadero (GEI) para mitigar el cambio climático.
Cabe señalar que tanto la legislación vigente (la Ley General de Cambio Climático y la Ley de Transición Energética) como los acuerdos suscritos por México en el plano internacional (el Acuerdo de Paris y los ODS de la Agenda 2030) condicionan la sustitución de los combustibles fósiles por fuentes renovables de energía. Es decir, la transición gradual es ineludible y sin duda, es un compromiso que la presidente electa, como especialista en la materia, deseara cumplir, tal vez intensificando medidas. Las metas comprometidas es reducir en 22% la emisiones de GEI para 2030 y disminuir las emisiones de carbono negro en 51%, así como aumentar la proporción de energía renovable dentro de la generación total de energías.
El futuro de Pemex también dependerá de que el país cambie su perfil productivo hacia energías renovables; sin embargo, lo deberá hacer en forma planificada. Con cierta exasperación algunos economistas y analistas piensan que sería mejor dejar quebrar a la empresa productiva del Estado; sin pensar en el resquebrajamiento productivo, fiscal y financiero que ocurriría en nuestro país y en las repercusiones que habría más allá de nuestras fronteras. Dejar derrumbar a un gigante como Pemex significaría perder la autosuficiencia y la seguridad energética en el corto plazo, así como apresurar una transición energética que debe ser ordenada.
Rescatar a Pemex tiene un costo: se cuestiona que sin los apoyos del gobierno federal los resultados financieros en los dos últimos años serían negativos; que, por la tanto, se trata de utilidades netas ficticias. La empresa, es cierto -como nunca- ha recibido apoyos directos y ha dejado de pagar cuantiosos recursos debido a la disminución de la tasa de derecho por la utilidad compartida (DUC), que pasó de 65% en 2019 a 30% en 2024. Esto debe matizarse: el director general de Pemex ha señalado que la empresa del Estado ha pagado 4 billones 142 mil millones pesos en contribuciones y ha recibido 1 billón 014 mil millones de transferencias desde 2019; lo que da un total de 3 billones 128 mil millones de contribuciones netas; es decir ha contribuido más en relación con lo que ha recibido.
Más allá de este impacto positivo en las finanzas públicas, debe decirse que justo de eso se trata, de salvar a Pemex y de sanear sus finanzas, esto es, de reducir su patrimonio neto negativo y de aumentar sus utilidades netas. El camino por seguir debe darle viabilidad operativa y financiera a Pemex, quien debe resurgir sobre la base de los tres objetivos de desarrollo sustentable: autosuficiencia, seguridad y transición energética.
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