“¡Toña La Negra es nuestra Ella Fitzgerald!”, exclamó al saludarme un estimado profesor que ha estado leyendo esta serie de entregas sobre cantantes mexicanos que, teniendo entrenamiento operístico, decidieron cantar popular y se convirtieron en grandes figuras de la canción durante las décadas treinta y sesenta del siglo XX.
Al igual que Ana María Fernández, Toña La Negra no cumple estrictamente con dicho perfil, pero su voz sobresaliente, su participación escénica con los mejores cantantes y compositores de ese tiempo en los diversos medios (teatro, disco, radio, cine y televisión), y esa suerte de espíritu de época al que he hecho referencia, la hacen aparecer en dicho grupo que era dominado básicamente por hombres. Por tanto hay que reconocer, rescatar y difundir a esas mujeres cantantes (no insistan, no diré cantantas ni interpretas), no por mera corrección política, sobre todo por su oficio y su arte.
Si bien desde niña creció en un ambiente familiar musical en el Puerto de Veracruz y pronto empezó a cantar llegando a triunfar muy joven a la Ciudad de México, incluso teniendo el dominio de la voz que se escucha en discos y películas, Toña buscó la posibilidad de entrenar la voz en sentido clásico con la contralto mexicana internacional Fanny Anitúa. Ella misma lo relata en su testimonio sobre Agustín Lara, sí, porque ella fue otra gran intérprete del “Flaco de Oro”, quien la bautizó como Toña La Negra, para “pegar” comercialmente, cosa que “la sensación jarocha” logró de forma arrolladora: “Yo quería que la señora Anitúa… me diera clases de canto, pero ella que ya me había oído, me dijo: ‘Estás loca, muchacha, tu voz es así, natural, nunca se te ocurra estudiar ópera ni nada, así eres perfecta en lo tuyo’. Y dejé eso por la paz” (En Agustín Lara. Reencuentro con lo sentimental).
[“Enamorada” linda canción de Lara que no se conoce tanto como la pieza del mismo título de Consuelo Velázquez hecha famosa por Pedro Infante; con esta interpretación, Lara conoció y contrató de inmediato a María Antonia del Carmen]:
No sabemos qué habría sucedido con María Antonia del Carmen Peregrino Álvarez si Anitúa, discípula de José Eduardo Pierson, por cierto, acepta entrenarla. Pudo haber intentado una carrera operística tal vez exitosa, acaso fallida, o quizá habría mejorado su canto popular de una inusual voz de auténtica contralto. Cierto que triunfó particularmente con los boleros y canciones tropicales de Lara, pero siempre me resulta inevitable compararla, a partir de su negritud, con Celia Cruz, un volcán, un estallido brillante y profundo en el canto popular. Considero que a Toña le faltó ese estironcito que es interpretativo pero también vocal que caracteriza a Celia.
[“Cenizas”, del compositor yucateco Wello Rivas, una de las mejores interpretaciones de Toña]:
La voz de Toña La Negra es sin duda de contralto (la voz más baja y profunda de las cantantes femeninas), bastante alineada, homogénea en su registro aunque con cierta tendencia a declinar o dejar sin apoyo suficiente la terminación de las frases, “se le cae”, pues, como se dice en el argot vocal. Voz poderosa, profunda, aterciopelada, mas contenida, no llega a restallar como la de Celia, ¡azúuucar! ¿Las clases de canto le habrían ayudado a dar ese estirón? De hecho, alguna vez coincidieron ambas negras en la escena; en un dueto que grabaron (“Lamento jarocho”), la parte solista la canta Celia, no le comparte ni un verso a Toña que, con su gran voz, se limita a cantar a dueto el estribillo; mala decisión o mala ocasión.
Parece asistirle la razón al profesor, entonces, Toña está más cerca por voz y estilo al blues de Ella Fitzgerald, otra gran cantante negra, que a la arrebatada pasión caribeña de Celia; debió inaugurar el blues mexicano, pues en algunas canciones se puede apreciar el potencial para ese repertorio (por cierto, dediqué hace tiempo un texto a las cantantes negras estadounidense a partir de Tina Turner).
[”En mi soledad”, bella canción del compositor veracruzano Miguel Pous; otra gran interpretación de La Negra, dedicada al estimado profesor referido]:
Hablando de negritud, un comentario en referencia al título. En México, a los descendientes de africanos siempre se les ha dicho morenos o morenas, negra o negro (en diminutivo, incluso), pero con afecto, con familiaridad. Nunca ha tenido, al menos del siglo XX al presente, un sentido despectivo, racista, como en Estados Unidos. De ahí que resulten chocantes las políticas gubernamentales al subrayar lo afromexicano como algo distintivo de una “comunidad” que se integró totalmente al mestizaje –tal cual se comprueba en Veracruz o Guerrero– incluso en mucho mayor medida que a los “pueblos originarios” con quienes los equiparan. Las políticas de Estado tendrían que dejar de distinguir entre nativos, afros y mestizos, ya que estos últimos no han sufrido poco en el parto de la nación: si hay políticas públicas de bienestar, que sean parejas para todos.
[La doliente copla “Y sin embargo te quiero”, de Antonio Quintero, Rafael de León y Manuel Quiroga en versión bolero]:
Fue Agustín Lara quien bautizó a La Negra Toña, y así pegó. Además de un gran compositor, un romántico rayando el ridículo en versos, Lara tenía asimismo “ojo” para encontrar cantantes que bajo su guía y sus canciones alcanzaron éxito y fama. Ya vimos cómo Ana María Fernández y Ana María González iniciaron con él y triunfaron, y a cada una le dio un lugar de privilegio, con estreno de canciones y elogios a su arte interpretativo. Lo mismo hizo con Toña, y también la colmó de aplausos, pero al parecer no siempre fue una buena relación pues la cantante habla del difícil carácter del compositor, “realmente mi relación no fue con Agustín, sino con su música” (una vez la exigió, refiriéndose a la nota de una canción: “‘la canta usted como es, o no la canta’. Lo que yo le dije no puede repetirse, fue en veracruzano o, más bien, en alvaradeño”). Y en efecto, como en el caso de no pocos cantantes hombres y mujeres, Toña fue “la única y mejor” intérprete de Lara según el propio Agustín; era muy listo y mañoso ese Flaco. Y claro, cada quien puede quedarse con el intérprete de Lara que más le plazca; una combinación no está mal.
Lara la incorporó a su elenco en el Teatro Iris y a las numerosas Revistas Musicales de la época, después de prácticamente audicionarle con “Enamorada”. La hizo debutar en 1932 (con un preámbulo en 1931) y creó para ella, además del nombre, las canciones: “Lamento jarocho” y “Veracruz” en el Iris; “Noche criolla”, “Oración caribe”, “La clave azul” y “Cumbancha” en el Teatro Politeama; posteriormente, “Palmera”, “Soy negra”, “Estrella solitaria”… qué compositor tan inspirado y prolífico.
[Y aquí, un “Alma de Veracruz” que no es de Lara sino de Manuel Esperón]:
Sintéticamente, he aquí lo que el diccionario de la música en México de Gabriel Pareyón, registra sobre Toña La Negra (1912-1982):
“Una de las figuras más representativas de la época de oro de la canción mexicana… A los siete años de edad ganó un concurso infantil de canto; poco después obtuvo empleo como cantante en funciones de matinée en cine mudo. Trasladada a la ciudad de México, a los veintiún años comenzó la carrera de medicina, que abandonó pronto para dedicarse a la interpretación del bolero. En 1929 debutó como cantante aficionada en el teatro Variedades, luego apareció acompañada por los hermanos Manuel y Nacho Uscanga, y por los Cuates Castilla. En 1931 fue presentada a Agustín Lara, de quien se convirtió, al lado de Juan Arvizu y Pedro Vargas, en uno de sus mejores difusores. Lara la bautizó ‘Toña la Negra’ y compuso para ella la canción ‘Lamento jarocho’, con la cual debutó en el teatro Iris el 31 de diciembre de 1932, pidiéndosele en el estreno que la repitiera seis veces. Enseguida ofreció temporadas en los teatros Follies, Lírico y Politeama y en los salones Capri y El Casino de la Selva, y se incorporó al elenco de la radiodifusora XEW. Después cantó también en la XEQ y en muchas otras radiodifusoras en diferentes ciudades de la República Mexicana. En 1934 cantó por primera vez a dueto con Pedro Vargas. Entre 1945 y 1980 realizó giras por Cuba, Argentina, EU, Colombia, Venezuela y América Central, en ocasiones cantando al lado de Celia Cruz. Grabó casi 40 discos”, y participó en 20 películas, agreguemos, y en múltiples programas de televisión.
[No podía faltar el “Veracruz”, ese sentido que acaso inventó Lara]:
Toña La Negra, con cariño, es sin duda una destacada cancionista mexicana que con su gran voz y musicalidad alcanzó fama y fortuna junto al Flaco de Oro, “Agustín y yo trabajamos juntos muchos años, y el público nos exigía como pareja musical; donde estaba Agustín tenía que estar yo, si no, protestaban”; se convirtieron en trío con Pedro Vargas. Hemos ido viendo en esta serie cómo, además del gran maestro de canto y empresario operístico José Eduardo Pierson (con quien iniciamos), Agustín Lara fue una figura, un artista esencial para cantantes magníficos como Toña La Negra.
[Como despedida, aquí va una “Estrella solitaria”, una doliente de Lara]:
Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo
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