Una de las peculiaridades de Andrés Manuel López Obrador fue la de establecer un ejercicio matutino, casi a diario, para encontrarse con diversos reporteros en un “encuentro informativo” que pudiera parecerse a una conferencia de prensa, en donde da su versión sobre los temas de coyuntura y de gran calado que ocurren en México y allende nuestras fronteras.
Esta simulación en la que el presidente hace como que informa y los reporteros hacen como que preguntan es la piedra angular de la propaganda política de su gobierno, que sirve para fijar su postura sobre el avance que guarda su administración, entre otros temas.
Como característica fundamental de las mañaneras, son las cortinas de humo y las mentiras, vistas estas como instrumentos de manipulación de la opinión pública para vender el mundo irreal en el que se construye el México feliz de AMLO.
Ante cualquier tema escabroso que exige puntualidad en la información oficial, el presidente saca a la palestra otros temas, a veces tan ridículos como la rifa del avión presidencial; o tan obtusos como los insultos cotidianos a sus detractores.
Los temas de distracción son innumerables y de ello se encarga el Goebbels de la 4T, Jesús Ramírez Cuevas, quien le prepara esa lista de temas “atractivos” para los ciudadanos, así como elabora cotidianamente la lista roja de periodistas, intelectuales y opositores al régimen para insultarlos y lanzarles los misiles del oficialismo.
Para que este ejercicio cumpla su efecto, el distraer al respetable con fuegos pirotécnicos, se requiere también que los periodistas que asisten a las mañaneras le hagan preguntas a modo; muchas de ellas se elaboran en una oficina de Palacio Nacional, y con ello amarran el ejercicio de manipulación.
En varias ocasiones, se han logrado colar verdaderos reporteros al Salón de Tesorería de Palacio Nacional, quienes, sin prurito alguno, hacen sus cuestionamientos al jefe del Ejecutivo federal, y es cuando en verdad lo ponen en un predicamento.
En todo el ejercicio de las mañaneras subyace siempre la versión sesgada o mentirosa del presidente sobre casi todos los asuntos que comprometen a su gestión.
Es un ejercicio de propaganda barata, pero hasta cierto punto eficaz… hasta ahora.
En función de esas falacias, López Obrador construye una verdad virtual que no soporta el menor análisis y menos se mantiene ante los datos duros o la cruda realidad.
Mientras que en Estados Unidos se alarmaban del presidente Donald Trump cuando rompía el récord de mentiras esgrimidas por un presidente, se quedaron asombrados ante las falsedades esgrimidas por López Obrador.
En un corte de cuatro años que hizo el Washington Post sobre las mentiras vertidas por Trump, se registraron 35 mil falsedades y, en contraparte, en el mismo periodo, el mandatario mexicano se fue a más de 101 mil falacias.
El registro puntual de las afirmaciones falsas o engañosas que no se pueden comprobar, medias verdades y datos que no se pueden validar, realizado por Luis Estrada de SPIN, apunta a que el mandatario miente en promedio 103 veces por conferencia.
Cualquiera, en su sano juicio, preguntaría de inmediato, si esto es cierto, por qué su candidata presidencial arrasó en las pasadas elecciones; las respuestas son múltiples, pero se circunscriben a tres factores: uno, la maquinaria electoral está muy bien aceitada con dinero público que se regala a los beneficiarios de los programas de asistencia social con tintes electoreros y estos se encargan de propalar las mentiras del líder, aunque sean tan absurdas como que ya se alcanzó la soberanía energética o como que se tiene un sistema de salud como el de Dinamarca o, más grave aún, que el país está en paz.
El segundo factor es que al grueso de los ciudadanos les vale queso lo que diga o no diga el presidente, porque compraron la idea de que los opositores son más corruptos y más ineptos.
Hay que recordar que cerca de 40 millones de electores se abstuvieron de votar y ello le permitió al oficialismo mantener el poder con contundencia.
El tercer factor es precisamente la instauración de la mentira como una política de Estado, en donde se siembran la confusión, el beneficio de la duda y la indiferencia.
Estamos en un momento de quiebre ante el arribo a la Presidencia de la República de una mujer que ha sido parte fundamental del gobierno del tabasqueño y ello compromete su gestión, ya que se enfrentará a la disyuntiva de mantener la costumbre de mentir o de plano informar con verdad a la nación sobre el estado que guarda la administración.
No se puede construir el segundo piso de la transformación en unos cimientos que están podridos por la mentira, la corrupción y la ineptitud; por ello, llegará el momento, debido a que no se pueden soportar las falacias, que tendrá que revelar la situación exacta, so pena de que el castillo de naipes se derrumbe ante cualquier ventisca.
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