Hijos de Salinas, no se hagan bolas: la gente votó por un cambio de régimen​

Es falso el argumento de que Morena y sus aliados con el 54 por ciento de los votos pretendan lograr una mayoría de 74 por ciento en la Cámara de Diputados y Diputadas. Esa es la mentira más frecuentemente repetida por el intelectual Héctor Aguilar Camín, cercanísimo al expresidente Carlos Salinas de Gortari.

Don Héctor, ni duda cabe, es influyente: su falsedad la repiten bastantes columnistas, muchos de ellos formados en el sexenio salinista, y las dirigencias opositoras que realmente nada representan.

Del grupo salinista que también se suma a la mentira de Aguilar Camín destaca un hombre que fuera procurador general de la República, Diego Valadés, de escasísima calidad moral. El señor Valadés, en marzo de 1994 en un hospital de Tijuana, como procurador de Salinas, antes de que siquiera iniciaran las investigaciones del magnicidio de Colosio, declaró con absoluta desfachatez que a Luis Donaldo le había disparado un asesino solitario. Miserable.

Salinas los hace y ellos se juntan. Hoy en el diario Milenio, Aguilar Camín insiste en su obsesión contra la mayoría de Morena, ahora por la vía de citar razonamientos de Valadés. Tienen derecho a mentir, y mienten.

Lo cierto es que resulta una tontería hablar de que Morena obtuvo el 54 por ciento de los votos en la elección de diputados y diputadas. Es absurdo plantearlo así porque no hubo una elección nacional de diputaciones, sino 300 elecciones distritales distintas. Hay que subrayar que tampoco hubo una boleta especial para que la gente votara por las listas de los partidos para las diputaciones de representación proporcional. Me parece que en otros tiempos algo así se usaba en nuestros procesos electorales con las llamadas diputaciones de partido.

De lo único que sí se puede hablar es de que, en 300 elecciones distintas, Morena y sus aliados ganaron el 85 por ciento. Pocas veces la gente en una nación democrática ha votado más contundentemente a favor del mismo proyecto político. Recordemos que en otra elección del pasado junio, la presidencial, la candidata morenista Claudia Sheinbaum arrasó con la opositora Xóchitl Gálvez, y en las elecciones para el Senado ocurrió la misma cosa.

Si los resultados oficiales del domingo en Venezuela son verdaderos, tanto como si no lo son, en ese país la elección presidencial estuvo muchísimo más reñida. Es verdad, la oposición venezolana enfrentó la candidatura presidencial de un dictador, Nicolás Maduro, y hay consenso acerca de que hubo fraude electoral. Pero, a pesar de tener todo en contra, la oposición —según los datos oficiales, que podrían estar muy sesgados a favor de Maduro— se quedó a solo 7 puntos de la victoria. Por cierto, la dirigente opositora María Corina Machado sostiene que con el 40 por ciento de los votos contabilizados fue la oposición la que derrotó al tirano, lo que no dudo.

En el caso de México nadie en se atreve a cuestionar la legalidad de los triunfos de Morena y sus aliados. Han sido escasísimas y realmente sin sustento las manifestaciones de inconformidad porque, simple y sencillamente, en una jornada electoral ejemplar, pacífica y democrática, todas las personas mayores de edad que quisieron hacerlo, de todos los segmentos sociales, en todos los rincones de nuestra nación, salieron a votar y en forma aplastante lo hicieron por la candidata presidencial de Morena, por prácticamente todas las candidaturas a gobernador o gobernadora morenistas, por la inmensa mayoría de quienes el partido de izquierda postuló para el Senado y por el 85 por ciento de candidatos y candidatas a la otra cámara legislativa.

Los y las columnistas que detestan a la 4T piensan que no son aceptables, porque suponen que la gente no votó por un cambio de régimen, las reformas constitucionales del presidente Andrés Manuel López Obrador, que casi seguramente se concretarán el próximo mes de septiembre con el nuevo congreso. Aquí es donde la comentocracia, encabezada por salinistas, y la oposición de plano inexistente mencionan que 54 por ciento de los votos no justifican una transformación tan radical. No tienen razón.

No es correcto hablar de 54 por ciento de los votos de una elección legislativa nacional, que no la hubo en México. Insisto, hubo elecciones para el Senado en todas las entidades federativas y Morena arrasó, y también hubo 300 elecciones distritales de diputados y diputadas y el partido de izquierda estuvo muy cerca de haber triunfado en todas: Morena y aliados ganaron en 256 distritos y la oposición en apenas 44. ¿Se les hace poco?

Resulta clarísimo que mexicanos y mexicanas votaron por la principal oferta política de Morena, que es la de un cambio de régimen. Podrán no gustarnos algunas de las reformas a la Constitución de López Obrador —definitivamente no me agrada la reforma judicial—, pero la gente, la inmensa mayoría de la gente votó por cambios tan profundos que harán posible, por más que griten columnistas en los medios, un nuevo sistema político en nuestra nación, que ya le tocará a Claudia Sheinbaum ajustar para que el enorme cambio se consolide sin que la sociedad mexicana deje de trabajar, producir, ir al cine, viajar, pasear con la familia, acudir a los estadios, salir a los parques a ejercitarse, recorrer los domingos las calles en bicicleta, en pocas palabras, sin que nadie altere lo esencial de su vida solo porque toda la política en México ya es distinta.

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