Las instituciones y los dictadores​

De acuerdo a los últimos resultados arrojados desde Caracas, Nicolás Maduro ha ganado nuevamente las elecciones a la presidencia de Venezuela. Sí, el hombre que viste esa chaqueta con los colores de la bandera venezolana y a quien le habla Hugo Chávez transfigurado en un ave, ha resultado vencedor en unos comicios que auguran una buena dosis de crisis post electoral.

A pesar del aparente triunfo del chavismo, algunos gobiernos (como el de Estados Unidos en voz del secretario de Estado Anthony Blinken) han cuestionado la legitimidad de la victoria de Maduro haciendo alusión a posibles fraudes electorales, antes y durante la elección.

Y sí que resulta paradójico –a mi juicio– que un pueblo como el venezolano, que  tiene el valor del cambio propio de los latinoamericanos, y que ha vivido la escasez y las limitaciones impuestas por el chavismo (sumado, huelga añadir, a la pérdida de libertad) hayan acudido a las urnas a refrendar su apoyo a un régimen que ha golpeado a los suyos y que, según diversas organizaciones internacionales, ha enviado a prisión a cientos de opositores políticos.

Con los resultados de los comicios, Nicolás Maduro se suma a la lista de otros dictadores que, bajo esquemas de dudosa legitimidad, se perpetúan en el poder como si el país les perteneciese y como si el destino les indicara que su cargo es vitalicio.

¿Qué puede salvar a las naciones de caer bajo el yugo de dictadores al estilo de Vladimir Putin, Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel? La respuesta es las instituciones. En ausencia de una fuerte institucionalidad y de una independencia del Poder Judicial, los hombres en el poder encuentran las lagunas legales y las vías anti democráticas para asirse permanentemente a la silla presidencial.

Recordemos rápidamente el caso de Estados Unidos. Donald Trump, tras su derrota ante Joe Biden en 2020, buscó por todos los medios hacer invalidar la elección, incluso con su respaldo tácito a una pandilla de insurrectos que asaltaron el Capitolio en enero de 2021. Sin embargo, las instituciones del Estado se mantuvieron firmes frente a los embates autoritarios del republicano.

Como bien ha sido señalado por connotados politólogos, hoy las democracias se destruyen desde adentro de mano de los mismos políticos sin escrúpulos que utilizaron sus herramientas para ascender el poder. No es más a través de golpes de Estado, sino mediante la erosión y eventual destrucción de las instituciones.

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