Lucha Reyes, y canta por su vida​

I. Reyes, la lesbiana del cine

Además de los motes “Reina de la canción mexicana” y “La Tequilera”, Lucha Reyes tiene ganada, gracias a uno de los cineastas más sombríos y tediosos de la industria del cine mexicano, Arturo Ripstein, una reputación de lesbiana arrolladora, más empedernida con la carne que con la botella, que también de alcohólica tiene fama. Una Lucha que va de botella en botella y de pico en pico; de cama en cama y de labio en labio rayana en la ninfomanía, y que cogería “hasta con un perro si le cruzara cerca”. La escritora e investigadora Alma Velasco, autora de la novela Me llaman La Tequilera, dijo en una entrevista de 2012 que todos los datos sobre la cantante ofrecidos en su obra eran verificables, uno de ellos era que a Lucha (María de la Luz Flores Aceves, nombre oficial), para agasajar a sus amigos, le gustaba “echar tortillas”, de maíz (“El estilo bravío que impuso Lucha Reyes, vigente, dice Alma Velasco”; La Jornada, 08-06-12). Ripstein, que tiene problemas de brillo, tal vez extendió esa práctica gastronómica al dicho mexicano sobre las lesbianas, que son “tortilleras”. Y es que al inicio de su película La reina de la noche (1994), escrita por su esposa Paz Alicia Garciadiego, nos advierte que se trata de una “biografía imaginaria de la vida sentimental de Lucha Reyes”. Vaya succionada (por no decir mamada), si es imaginaria no es biografía sino una ficción a gusto de los autores, Ripstein y Garciadiego.

Después de quejarse de la marcada oscuridad del cineasta en cuestión y lamentar que se gastara tanto dinero en producir un guion morboso y no fundamentado en datos precisos sobre uno de los personajes más simbólicos de la canción mexicana –primera mujer en grabar el género, o creadora propiamente del género de la canción bravía ranchera mexicana-, Velasco señaló en otra entrevista: “en toda la investigación que yo he realizado sobre ella durante muchos años yo no he encontrado un solo testimonio que confirme, por ejemplo, que Lucha era lesbiana, y Ripstein la muestra como una lesbiana perdida” (“Lamentan que cinta sobre Lucha Reyes esté alejada de lo real”; Notimex, 02-06-12). Y en efecto, ya desde los primeros minutos del filme, Patricia Reyes Espíndola, encarnando a la cantante imaginaria y erotizada, está lamiendo sin pudor público el desnudo hombro de la bella Blanca Guerra, que Lucha ha untado previamente de aguardiente con su propio dedo.

[Aquí va “La tequilera”, para sentir el espíritu de Lucha]:

Se trata de una película fallida de los Ripstein Garciadiego, proyectando o anteponiendo sus inquietudes antes que aproximarse a una biografía necesaria sobre Lucha Reyes. Pero la intérprete sobrevive como artista a los perpetradores de semejante biografía imaginaria. Y el punto no es una cuestión de pudor o prejuicios sino de justicia: tratar de decir lo más próximo a la verdad, que para eso hay investigación, no sólo elucubración.

II. La voz de la lucha diaria

Sin duda, no fue fácil la vida de Reyes, tuvo que propiamente convertir el nombre adoptivo en verbo, luchar para alcanzar el éxito, tratar de vencer el alcoholismo y una aparente propensión al suicidio (para morir, “se provocó una toxicidad aguda al ingerir una sustancia desconocida”, cita Wikipedia a la propia Velasco). La he incorporado en este grupo que he venido revisando de cantantes mexicanos con entrenamiento operístico y que durante los años 30′s y 60′s del siglo XX alcanzaron fama cantando música popular. En la canción ranchera acaso sólo sean ella, Tito Guízar, Jorge Negrete y el “Charro” Avitia con esa formación o parcialmente con ese entrenamiento; Lola Beltrán, más adelante. Ya hemos visto en el bolero y la canción popular (que hoy muchas veces es ya de concierto: Lara, Grever, Velázquez, Esparza Oteo, Esperón,…) a cantantes como Mario Alberto Rodríguez, José Mojica, Alfonso Ortiz Tirado, Ana María González, Hugo Avendaño o Juan Arvizu. Y quedan algunos más, que se convirtieron en toda una generación, toda una época esencial para la música, la radio, el disco, el cine, la televisión, los escenarios de ese tiempo.

[Una versión primigenia de “La Adelita”]:

Me llama la atención que, según distintos registros, Lucha Reyes haya estudiado para convertirse en cantante de ópera, porque su voz, su canto registrado no lo expresan así. Lo cierto es que muy joven, al contrario de la mayoría de los cantantes que hemos visto que estudiaron en México y en particular con José Eduardo Pierson, a sus veintes, se fue a Los Ángeles, donde tomó clases aun cuando había comenzado a cantar popular desde la adolescencia.

Si bien su voz es atractiva en el estilo de la llamada canción bravía ranchera (prácticamente lo único que cantó; aunque antes de grabar le precedió algo de canciones en general, sin género específico), está muy distante de un entrenamiento operístico, a menos que, deliberadamente, una vez aprendido haya renunciado a ese canto, o que haya tenido un maestro incapaz, o haya estudiado de manera insuficiente. De todas maneras, canta con una voz llana “de pecho” (es decir, con pocos resonadores “de cabeza”), un sonido abierto, con “capretino” o temblor en las líneas sostenidas, con interjecciones, presión en los músculos de la garganta y la base de la lengua, casi a grito pelado por momentos. Pues todo eso, Reyes tuvo la virtud de convertirlo en estilo, lo usa como material orgánico para expresarse (ayes, hipos, gritos, carcajadas), hizo que al público le gustara (aun al día de hoy) y, sobre todo, que se emocionara profundamente al reconocer o creer reconocer un “alma” mexicana en sus interpretaciones.

[”Por un amor”, interpretación que expresa a plenitud el estilo de Lucha Reyes]:

III. La biografía formal

Tomando como fuente escritos de Jesús C. Romero, Mario Talavera, Heriberto García Frías y Juan S. Garrido, el historiador de la música en México, Gabriel Pareyón sintetiza lo que formalmente se sabe de Lucha Reyes (1906-1944); aquí lo principal:

“Cancionista de música ranchera. Adoptó el apellido Reyes del primer esposo de su madre. A los cinco años de edad se trasladó a la ciudad de México. Ocho años más tarde debutó como cantante y actriz cómica en una carpa de la plazuela de San Sebastián, del mismo modo que se iniciaron, por aquel entonces, Mario Moreno ‘Cantinflas’, Jesús Martínez ‘Palillo’ y otros artistas famosos al paso del tiempo. En 1920 viajó a Los Ángeles, California, como parte de un grupo de música tradicional mexicana; en esa ciudad consiguió pagarse algunas clases privadas de canto. De regreso en la ciudad de México, en 1923 integró el trío Reyes Ascencio, con las hermanas Sara y Ofelia Ascencio, el cual actuaba en los teatros Iris y Lírico. A fines de 1927 viajó a Europa como cantante solista de la Orquesta Típica Torreblanca. El viaje habría de fracasar, pues la crisis económica mundial desatada poco después, mermó el triunfo que esperaba el conjunto. Para salvarse, la Típica se fragmentó en dos partes y siguió sus actuaciones para reunir fondos y regresar a México. El grupo con el que quedó Lucha Reyes se presentó con cierto éxito en Alemania, Francia, España y Suiza hasta 1930. De nuevo en la ciudad de México, se dedicó a grabar canción ranchera, de la cual se considera una de sus grandes intérpretes. A fines de 1930 regresó a Los Ángeles, contratada por Frank Fouce. Esa gira marcó el punto culminante de su carrera. No obstante, regresó a la ciudad de México para grabar varias canciones, entre ellas ‘La feria de las flores’ de Chucho Monge y ‘Guadalajara de Pepe Guízar’. En 1939, en compañía del Mariachi San Pedro Tlaquepaque de Gilberto Parra, hizo una última, larga gira, por el norte de la República Mexicana y el sur de EU. En 1941 regresó a la ciudad de México, donde numerosas dificultades económicas y desventuras amorosas la orillaron al alcoholismo. Poco después se suicidó.”.

[Algo de humor en “Los tarzanes”, muy sugestiva canción]:

IV. El alma borrachita de tequila

Como se observa en su itinerario vital, Reyes hizo desde muy temprano lo que la mayoría de los cantantes masculinos de su época, trabajar y trabajar, en carpas, radio, escenarios, giras, cine, grabaciones, donde se pudiera y abriera una oportunidad. Es normal que en esa época en que ella se mueve, 20′s a 40′s, la batalla por imponerse al medio haya sido más difícil. Pese todos sus problemas de orfandad, de exilio del lugar de nacimiento a otras ciudades, de falta de una mayor preparación, de alcoholismo, entre otros, logró triunfar. Con ello abriría oportunidad a otras mujeres tanto en la canción como en el cine. Su fin llegó cuando la industria fílmica, que catapultó a un gran número de cantantes-actores, apenas comenzaba a cobrar importancia mayúscula.

De haber tenido una vida más prolongada, es probable que Lucha Reyes habría sufrido las consecuencias del desgaste propiciado por los defectos de una técnica vocal inapropiada, insuficiente. No obstante, con sus aproximados 15 discos, sus casi 10 intervenciones cinematográficas, su espíritu perdura en el recuerdo de los mexicanos (y de no pocos extranjeros que la admiran) y aun en sus fiestas, en sus borracheras felices e infelices.

Que viva la lucha de Reyes pues, a pesar de todo, su trabajo artístico, su vida nunca fácil sobrevivió al ánimo de una de sus principales interpretaciones: “Borrachita de tequila / llevo siempre el alma mía / para ver si se mejora / de esta cruel melancolía”.

[Un homenaje a la canción vernácula que no es chauvinista como otras, “Canción mexicana”, una breve y bravía síntesis de la misma]:

Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo

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