Las personas que tuvimos el privilegio y el tiempo de presenciar la larga, larguísima ceremonia de Inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024 podemos coincidir en que se trataron de una de las más espectaculares de la historia, junto con la de Beijing 2008.
Atrás, muy atrás, quedaron otras ceremonias muy recordadas de la historia reciente, como la de Barcelona 1992 y la de Londres 2012. Abrevando de su ya añeja historia, arquitectura y tradiciones, así como de la diversidad de su población, los organizadores del máximo evento del deporte mundial sacaron la ceremonia de inauguración de los estadios y lo llevaron al Rio Sena, en donde el desfile de los atletas fue hecho en vehículos acuáticos de todo tipo.
Sin embargo, la situación a ras de suelo en la capital francesa es crítica para los parisinos. La ciudad es una zona sitiada y de difícil acceso para quienes no son autoridades o invitados “VIP”, dificultando el traslado tanto para residentes como para trabajadores de las zonas que están resguardadas tras fuertes dispositivos de seguridad.
Macron limpió a París de vagabundos e “indeseables” por unas semanas para intentar “mejorar” la imagen de la “ciudad luz”. Esto ha causado una fuerte oposición entre los habitantes de París, que no están de acuerdo con esta “invasión” de “VIPs” y atletas durante un par de semanas.
Por su parte, los organizadores negaron el ingreso a los juegos a los atletas rusos, en el marco del conflicto con Ucrania, pero si permitieron a los representantes de Israel, enfrascados en una guerra sionista de exterminio contra el pueblo palestino el participar, lo cual contraviene los más elementales principios del atletismo.
Esperemos que estos juegos sean recordados por sus logros atléticos y no por el pesado contexto político que se avecina.
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