El jueves pasado los medios de comunicación nacionales y extranjeros dieron a conocer que “el Mayo” Zambada y Joaquín Guzmán López habían sido detenidos por agentes del Departamento de Justicia de EU. Ha trascendido, empero, que se habrían entregado a la justicia.
Se tratan, como es bien sabido, de unas de las detenciones de los más prominentes capos del narcotráfico en México.
Desafortunadamente, el anuncio de la detención, así como el hecho mismo de haber cercenado dos cabezas del cártel de Sinaloa, reviste un carácter más político que operativo en términos de las políticas binacionales en materia de combate contra el narco.
El gran mercado de drogas en Estados Unidos ha fortalecido a los cárteles hasta un punto de no retorno. No se trata más, como lo fue hace unas décadas, de unos meros negocios familiares dirigidos a satisfacer a un mercado estadounidense en ciernes.
Con el incremento de la población en el vecino del norte, sumado al auge del fentanilo en las grandes ciudades estadounidenses, los carteles operan, si bien marcadamente fuera de la ley, como empresas trasnacionales; donde existe un CEO, directores regionales, nacionales y operativos.
Bajo esta idea, la detención de los grandes capos no ha conducido –ni conducirá– al debilitamiento de las grandes organizaciones criminales. En contraste, tras la ausencia de los jefes en los altos comandos, los lugartenientes asumirán las responsabilidades operativas, sin mayores afectaciones a los intereses de los narcotraficantes.
Sin embargo, la detención de los grandes nombres de la droga conlleva connotaciones políticas de relevancia. En el caso de los EU, los medios de comunicación han puesto el acento en la efectividad de la DEA y del Departamento de Justicia de la administración Biden-Harris, con el objetivo de resaltar las políticas antidrogas de los últimos cuatro años, en un claro intento de sumar las posibilidades de triunfo en noviembre.
La realidad es que muy poco conoce la opinión pública sobre lo que hace la DEA, y aun menos, lo que ocurre tras bambalinas en las altas esferas del gobierno. Sin embargo, la realidad es una. Con o sin “el Mayo” o los Chapitos, el narco tráfico reina en México, a la vez que envenena la sangre de los jóvenes estadounidenses.
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