Si los atletas que participan en los Juegos Olímpicos de París 2024 nos causan admiración, los hombres y mujeres que dedican su vida al deporte y que han tenido que dejar su país de origen y actualmente están en calidad de refugiados en otro lugar, merecen un reconocimiento especial.
Son héroes que no se dan por vencidos en un mundo donde existen más de 100 millones de personas que han cambiado radicalmente su vida al dejar sus lugares de origen debido a conflictos bélicos y crisis humanitarias.
El Equipo Olímpico de Refugiados (EOR), conformado por 36 atletas originarios de once países, se encuentra ya en París 2024 mostrando el coraje, la resiliencia y sobre todo la visibilidad de los deportistas que han logrado sobresalir pese a la terrible adversidad.
La mayoría son originarios de Irán, Afganistán, Siria, Etiopía y Camerún y sus historias son desgarradoras, pero hay también hispanos: dos cubanos y uno de Venezuela. Paradójicamente, aunque estos países no están en guerra, los competidores cubanos están siendo fuertemente atacados por el Comité Olímpico Cubano e incluso han pedido al Comité Olímpico Internacional (COI) que los retiren de la competencia.
En redes sociales y espacios noticiosos hemos seguido el periplo que viven Fernando Dayán Jorge, quien participó en Tokio 2020 en la disciplina de canotaje, y el halterista Ramiro Mora. Ambos han tenido que capotear los argumentos del comité olímpico de su país, que en un comunicado expresó “su más enérgico rechazo a la inclusión de deportistas cubanos en el Equipo Olímpico de Refugiados (EOR) como parte de la manipulación política del deporte”.
Pese a que los deportistas no han dado declaraciones al respecto, los miembros del COI les han dado su respaldo, señalando que su prioridad es apoyar a los atletas refugiados y desplazados.
Otra atleta refugiada es Manizha Talash, de Afganistán, país que no permite que las mujeres asistan a la escuela ni practiquen deporte.
Talash tuvo que salir de su país en 2021 con el dinero que traía en la bolsa y dos mudas de ropa, cambiarse apellido y dejar atrás todo, incluso a su familia. Desde que salió huyendo ha sido un ejemplo de tenacidad y lucha. Su pasión por el break dance fue el motivo por el cual tuvo que abandonar a los suyos, pues al ser la única mujer que practicaba ese baile urbano y reunirse con un grupo de amigos en un club que fue incendiado por un grupo extremista, no le quedó otra salida que huir.
Manizha es además de atleta, activista. En su canal de YouTube denuncia la situación de su país y lo difícil que es para las mujeres como ellas sobrevivir. Talash, de hecho, es un garbanzo de a libra: su valentía y talento le salvaron literalmente la vida.
En París 2024 la b-girls, como se les conoce a las jóvenes que practican este baile, será una de las primeras en competir en esta disciplina, que se incorpora este año a unos juegos olímpicos.
Los integrantes del Equipo Olímpico de Refugiados lucieron ayer en la ceremonia inaugural la bandera olímpica, a diferencia de las demás delegaciones, que llevaron las de sus países. Los cinco aros que lucen en el logo de la bandera olímpica muestran la unión de cada uno de los continentes del mundo, que se hermanan en una sola pasión: el deporte.
Manizha Talash, Ramiro Mora y Fernando Dayán Jorge son solo tres de los 36 atletas desplazados cuyas historias son ejemplos de vida y pese al odio, el terror, la persecución y todo lo que han tenido que superar, no se han dado por vencidos para alcanzar sus sueños.
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