La historia del arma que utilizó un joven de 20 años para atentar contra la vida de Donald Trump dice mucho de la sociedad estadounidense.
A mediados de los 50, el Pentágono lanzó una convocatoria para el diseño de un fusil ligero. Tanto en la Segunda Guerra Mundial como en la guerra de Corea, los soldados veían limitados sus desplazamientos por el peso de sus armas.
Un veterano presentó un prototipo llamado AR-15 (armalite rifle, modelo 15) que fue inmediatamente aprobado, porque, al estar fabricado con aluminio y plástico, y al utilizar proyectiles más pequeños, era muy liviano.
Colt adquirió en 1959 los derechos para producirlo y le puso el nombre de M-16 (military, modelo 16). Desde entonces ha sido el armamento estándar de las tropas.
El público de Estados Unidos lo empezó a conocer en los noticieros de televisión durante la guerra de Vietnam. A pesar de que no era un arma para cazar y era demasiado letal para utilizarla para defensa personal, empezó a ser demandada en las armerías. Colt creó entonces una variable semiautomática a la que denominó AR sporter, que, sorprendentemente, se vendió bien, a pesar de su alto precio.
En 1977 expiró la patente de Colt y los demás productores empezaron a lanzar sus propios modelos. Hasta Smith & Wesson, que nunca había fabricado fusiles, le entró.
El rifle de color negro, con su cañón encubierto, su empuñadura de pistola y cargador de municiones que sobresale, se volvió el fusil más vendido (tres millones al año) y hoy representa la cuarta parte del mercado civil de armas.
A los compradores les gusta porque, gracias a un pequeño tubo que redirige el gas de los cartuchos disparados, tiene poco retroceso. No sólo evita que a la tercera detonación les empiece a doler el hombro, sino que además facilita mantener la puntería constante en un objetivo. Y cuenta con muchos aditamentos para personalizarlo.
La consecuencia
En los 80 hubo un incremento del crimen violento en las grandes ciudades de la Unión Americana. Se produjeron entonces versiones P (police), dirigidas a las corporaciones de seguridad pública. Eso popularizó más los AR-15. Los fabricantes orientaron su publicidad hacia la autodefensa. Nombraron al fusil “el elegido” (…por las agencias de seguridad pública) y pusieron en los anuncios los escudos de los departamentos de policía que los utilizaban. Las tradicionales escopetas dejaron de venderse.
El resultado fue que se incrementó la letalidad. Los proyectiles pequeños y rápidos se vuelven muy inestables cuando penetran un cuerpo, causando heridas devastadoras. Incluso el orificio de salida es más grande que el de entrada.
Ante la exigencia social de que se restringiera su venta, en 1994 se prohibió la comercialización de rifles de asalto por 10 años, para ver si en ese periodo se reducía el número de víctimas.
Sin embargo, la definición de los mismos quedó tan ambigua que los fabricantes los pudieron seguir vendiendo con pequeñas alteraciones. Además se permitía que los que ya poseían uno lo conservaran, por lo que antes de que entrara en vigor la veda, miles corrieron a comprar su rifle.
En 2004, los cabilderos de los fabricantes evitaron que la prohibición se prolongara y con la guerra en Irak y Afganistán hubo un nuevo boom de ventas.
Las películas de vengadores y los juegos electrónicos también hicieron su parte. Juegos como Call of duty, cada vez más realistas, ponen al usuario en medio de la guerra o de un enfrentamiento de policías de operaciones especiales (SWAT) con delincuentes o terroristas. La marca de los fusiles es plenamente visible.
Los compradores son cada vez más jóvenes y entre las actividades extracurriculares de las secundarias son muy comunes los clubes de tiro. El tatuaje más popular es… el AR-15.
En la década pasada hubo una serie de matanzas en escuelas y centros comerciales, protagonizados por adolescentes pertrechados con estos fusiles. En cada caso, las ventas del AR-15 se elevaron después del acontecimiento.
Las familias de las víctimas han demandado a los fabricantes por dirigir su publicidad hacia los jóvenes. La respuesta de la industria fue hacer descuentos y patrocinar cursos para que profesores aprendan a usar armas de fuego. Su lógica es que “lo único que detiene a un tipo malo con un arma es un tipo bueno con un arma”. También han promovido que el Congreso declare el AR-15 como “el arma nacional”.
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