¿Se acuerdan de cuando los imprevistos agitaban el tipo de cambio del peso frente al dólar?
Pensemos, por ejemplo, que ocurriera un lamentable atentado contra un candidato presidencial de Estados Unidos o que el presidente de su país, su adversario, se bajara de la contienda dejando un signo de interrogación acerca de quién podría sustituirlo en la competencia electoral que está en marcha.
Como saben, ambos hechos fueron consumados durante las últimas dos semanas.
Donald Trump fue herido durante un intento de asesinato y el presidente Joe Biden anunció ayer, finalmente, su retiro de la contienda de este año por el poder ejecutivo de su país.
¿Y el tipo de cambio? Ése bajó 32 centavos en lo que va del mes. Ayer, durante la mañana asiática y nuestra mexicana noche de domingo, el dólar cotizaba en 17.99 pesos, comparado con los 18.31 de inicio de julio. El indicador de la suerte de la Bolsa –el Índice de precios y Cotizaciones– subió 1.20 por ciento en el mismo plazo.
En Wall Street tampoco hay miedo. ¿El Dow? 2.85 por ciento arriba, y Nasdaq, una baja poco relevante de 0.93 por ciento en ese lapso de los primeros días de julio.
¿México va súper bien? Es cierto que existe un duro debate sobre el futuro de los jueces y el resto del Poder Judicial. ¿Pero cómo están los otros?. Sucede que el escenario plantea un tablero de juegos complicado en el que se desdibujan los riesgos de este país.
Conflictos en Palestina y en Ucrania. Riesgos en Taiwán. Europa dando tumbos hacia la radicalización de gobiernos derechistas. Latinoamérica sacudida en Ecuador, en Perú y en una Argentina que no encuentra el rumbo. Ya expuse que el horno no está para bollos.
La semana pasada abordó el asunto The Economist, la conocida revista inglesa que suele hacer cortos análisis de fondo:
“¿Por qué los inversionistas no se inmutan ante estas amenazas? Una razón es que hasta ahora la economía real se ha adaptado notablemente bien al tumulto global”, explicó esa publicación europea.
“A medida que la guerra comercial se ha intensificado, las empresas occidentales han redirigido sus cadenas de suministro a través de países del ‘alt-Asia’, incluidos Vietnam y la India (a menudo ocultando vínculos con China, en lugar de cortarlos). Cuando tuvo que abandonar repentinamente el gas ruso, la economía alemana se ajustó, en lugar de colapsar. El daño causado por los aranceles ha quedado oscurecido por el prolongado auge del empleo en Estados Unidos y el estímulo proporcionado por sus enormes déficits”, agregó The Economist, agregando un renglón que me parece clave:
“La innovación, sobre todo la llegada de la inteligencia artificial generativa, ha avanzado rápidamente”.
La semana pasada destaqué en este mismo espacio el escenario económico de largo plazo más plausible previsto por Vanguard Group, el mayor grupo de inversión, comparable acaso con Blackrock.
Uno de sus análisis del mes pasado planteó que la Inteligencia Artificial aún está por entregar su verdadero impacto, una vez que la gente la aplique en sus computadoras y aparatos. Vanguard advierte que el impacto de la IA puede ser tan significativo como el que tuvo la llegada de la electricidad hace 100 años.
Hace una década tuve la oportunidad de conversar con Michael Porter durante un congreso de innovación, en Las Vegas. Reconoció que si bien la humanidad avanzaba rápidamente en esos días hacia el “big data” y otras revoluciones digitales, el cambio en la vida de la gente no había sido mayor que la que tuvo el drenaje y el jabón en las casas.
El hecho de que ahora exista una inteligencia adicional a la de las personas y que ésta, además, crezca cada día producto de la aceleración de las máquinas que la sostienen, como los semiconductores, ya genera nuevas actividades y negocios que emocionan a inversionistas ávidos de oportunidades de crecimiento.
¿Será suficiente esa efervescencia en el largo plazo para compensar el caldo de riesgos en el que está convertido el mundo? Eso nadie puede saberlo hoy. Tal vez sí, alguna supercomputadora.
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