Celebrar la vida teniendo el privilegio de realizarse en una vocación es un honor, que conlleva una enorme responsabilidad ante la sociedad, el medio —en este caso el taurino—, y el más serio, con uno mismo.
Don Germán Mercado Lamm vive bajo unos principios modélicos tanto en su vida personal como en su vocación de ganadero de toros de lidia. Desde su niñez ya era ganadero, en su mente se barajaban embestidas, comportamientos, encastes y tentaderos. Fue en el año 1961, cuando su padre, Germán Mercado Barroso, se hace de 30 vacas y un semental, origen San Miguel de Mimiahuápam, por aquellos años propiedad de don Luis Barroso, llevándoselos a pastar a su finca La Luz en Hueyotlipan, Tlaxcala.
Germán hijo comenzó ahí, de manera formal, al lado de su padre, su andar como ganadero, 15 años después le cede el padre al hijo la ganadería, mismo año en el que añade 20 vacas de Jaral de Peñas y en 1979 suma otras 30 del mismo origen, junto con cinco sementales que se fueron alternando en esos tres años.
Dos años después arribaron a Tlaxcala 10 vacas más de Garfias y en los años ochenta se hizo de 40 vacas puras y 10 sementales de San Martín, más 85 vacas de San Miguel de Mimiahuápam, propiedad ya de don Alberto Baillères.
Esta búsqueda fue con el fin de tener en sus potreros todas las familias del encaste Llaguno, lo que consiguió en los años noventa al hacerse de vacas y sementales de su amigo, Pepe Huerta. Con este importante hato ganadero y valor genético, Germán ha venido trabajando escrupulosamente en conseguir el toro que desde su juventud idealizó bajo su concepto de bravura.
Germán ha creado un encaste propio. Son cinco décadas como ganadero, mismas que celebra con amigos, sin fiestas ostentosas ni vanidades absurdas. Lo hace con tentaderos generosos en cantidad de animales, rigurosos en la calificación de las vacas y sementales, con el gusto de disfrutar, con su gente, las embestidas producto de años de sacrificio y entrega absoluta al toro bravo. Festejar su vocación y la forma de entender la vida, disfrutando del milagro de la bravura en las embestidas largas, exigentes, humilladas de largo recorrido y enclasado ritmo de sus animales. Sin permitir nunca la sosería o mansedumbre escudándose en que el toro mexicano es así, todo lo contrario, buscando siempre la entrega como premisa y la emoción en la acometividad de sus vacas y sus toros.
Privilegio para los toreros que participan en tan exigente laboratorio de bravura, donde no cabe la coba ni el halago inmerecido. Se disfruta el reconocimiento que Germán acepta con la elegante humildad de quien se sabe gran ganadero y no necesita alardear de serlo. Con esa misma humildad se descalifica a los animales que no cumplen con la enorme exigencia que conlleva la bravura bien entendida, la que va de la mano de la entrega, la movilidad, la fijeza y el recorrido, líneas muy delgadas que muchos confunden con la mansedumbre agresiva, defensiva o, peor aún, con la sosería.
En este largo camino, Germán ha cosechado grandes triunfos de la mano de las máximas figuras del toreo como es el madrileño Julián López ‘El Juli’, quien, el 5 de febrero del 2005, en la Plaza México, indultó a uno de los mejores toros que he visto en mi vida: Trojano, de 501 kilogramos, que tuvo el honor de desplegar en 20 minutos en el ruedo, una vida de estudio y empeño de su criador. Un toro alegre, bravo, exigente y de larga duración. Un premio y recompensa a los sinsabores de esta fiesta, que es dura para los que en ella son importantes.
Esa misma tarde salió a la arena un toro muy bravo: Perlito, al que ‘El Zotoluco’ hizo una gran faena cortándole una oreja. Once años después, ‘El Juli’ se encontró con Malagueño en la misma Plaza México y le hizo una faena de antología que, por la colocación de la espada e intransigencia del juez, no fue premiada con orejas, pero sí con clamorosa vuelta al ruedo y el recuerdo de otro gran toro de Montecristo. Imposible sería enlistar los grandes toros. Las tardes aciagas son asumidas con la misma sencillez y elegancia que los clamorosos triunfos.
La grandeza de este ganadero no termina en su entrega al campo, la ecología y amor por el toro. La tauromaquia como industria ha sido otra inquietud. A principios de este siglo, su involucramiento con Tauromagia Mexicana fue un parteaguas para desarrollar toreros de una nueva generación, como es el caso de Arturo Saldívar, ‘El Payo’, Mario Aguilar (QEPD) y Sergio Flores. Fundador también, junto con otros importantes ganaderos de Tauromaquia Mexicana, escudo defensor de la libertad de los mexicanos desde hace más de una década. Fue presidente de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia en el periodo 2021-2022 e impulsor del programa Campo para Novilleros que busca, como en su momento Tauromagia, descubrir, formar e impulsar toreros.
Un señor del toro, un caballero dentro y fuera de la plaza, un amigo sincero y un gran ganadero. Olé, Germán, por tu vida, tus vacas, tus toros y tu legado.
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