Resulta increíble que a menos de cuatro meses de las elecciones presidenciales de Estados Unidos prevalece una gran incertidumbre respecto de quiénes serán los candidatos contendientes finales y de quién ganará la contienda. Las encuestas le dan una ligera ventaja a Donald Trump, pero no se ve una victoria segura. En los dos candidatos visibles se asoman además escenarios en los que pudiera tener que surgir figuras emergentes.
Los síntomas visibles de deterioro mental en el presidente Joe Biden (81 años) han hecho surgir voces solicitándole que se baje de la contienda, a lo que hasta ahora ha respondido que no lo hará. Se ha mencionado a la vicepresidenta Kamala Harris; al gobernador de California , Gavin Newsom y a Michelle Obama, de acuerdo a una encuesta de Reuters IPSOS, como posibles sustitutos.
En la otra esquina, la saga de cargos criminales del candidato, Donald Trump, también evidencian desequilibrio mental. Sin embargo, las sentencias en su contra por 34 cargos en el caso del juicio por soborno a la actriz porno Stormy Daniels en 2016 y los más graves cargos de sedición por los hechos ocurridos en el Capitolio, el 6 de enero del 2021, no implican, hasta ahora, que tenga que abandonar la candidatura, ya que este hecho solo aplica en legislaciones locales, y en Florida, en donde Trump reside, no implican perder el derecho a ser votado. Además, la posibilidad de apelaciones en el proceso, y la consideración de su edad avanzada (78 años) pudieran evitarle ir a la cárcel, lo que le permite ganar tiempo antes de las elecciones del 2 de noviembre. De hecho, este 11 de julio, Trump está citado a escuchar una sentencia, en la corte de Nueva York, mientras que el 15 se tiene calendarizada la Convención Nacional Republicana en Milwaukee.
Ante todas estas consideraciones, ¿qué podemos esperar en materia económica en un escenario de victoria de Trump y que podemos esperar, si Biden logra la reelección?
Trump está planteando endurecer sus políticas nacionalistas, proteccionistas y antimigratorias, con las siguientes propuestas:
1. Nuevas reducciones de impuestos para impulsar la inversión y la actividad económica. Lo cual implica un alto déficit fiscal permanente, mayor deuda pública y mayores tasas de interés.
2. Establecer un arancel general a todos los países del 10%.
3. Retrasar las políticas sobre energías renovables; volver a separarse del Acuerdo de París e impulsar de nueva cuenta la energía de hidrocarburos.
4. Gasto de armamento: fortalecimiento de la industria militar, inteligencia artificial y microchips.
5. Profundizar la guerra comercial contra China.
6. Revisión de los tratados con sus aliados estratégicos geopolíticos como la OTAN, y fortalecer los lazos con Israel y el Reino Unido.
Del lado de Biden, se pretende profundizar los ejes de la Nueva Economía de la Oferta, en donde se elevaría la capacidad de la economía invirtiendo en programas que permitan:
1. Desarrollar y aprovechar las energías renovables, apegados a los acuerdos de París.
2. Impulso a la industria de microchips para recuperar el liderazgo global en esta industria.
3. Impulso al desarrollo de la inteligencia artificial.
4. Inversión en infraestructura de vialidades, comunicaciones, urbanización, e hidráulica.
5. Inversión en educación y capacitación.
6. Profundizar en la política de control de la migración.
7. Mantener la guerra comercial contra China con acciones de mayor precisión, como las prohibiciones sobre productos o insumos específicos, o el ataque regulatorio directo a Tik Tok.
8. Ajuste fiscal mediante incremento de impuestos a los más ricos.
En términos generales, las políticas proteccionistas de Trump implican más deuda pública, más inflación, menor globalización y mayores tasas de interés que las políticas económicas planteadas por el presidente Biden, pero al mismo tiempo, podrían generar mayor crecimiento económico.
Para México, las políticas y posibles decisiones del presidente Trump pudieran afectar más radicalmente la relación comercial con México, en particular podríamos esperar el establecimiento de aranceles para productos fabricados en México, con integración y con capital chino, así como una política antiinmigrante más radical.
En ambos escenarios las transgresiones que México ha hecho en materia comercial, como en el maíz transgénico, en el sector de energía y las reformas del “Plan C”, como la reforma al Poder Judicial y la desaparición de los organismos reguladores autónomos, que son violaciones flagrantes al T-MEC van a cobrar, seguramente, una cara factura en los paneles de controversias y en la revisión del Tratado para el 2026.
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