La tecnología en el aprendizaje: ¿aliado o enemigo?​

Se ha discutido ampliamente la importancia de la tecnología en la vida cotidiana, pero se ha prestado poca atención su impacto negativo, especialmente en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Esta falta de análisis nos impide tomar decisiones fundamentadas sobre si deberíamos o no incorporar los dispositivos digitales y sus aplicaciones en el aula.

Ante tal incertidumbre y las evidencias que muestran cómo estos dispositivos pueden aislar a los individuos entre sí y de sí mismos, especialmente por las consultas desmesuradas a las redes sociales, me uno a las voces que se oponen a su utilización en el contexto mencionado.

Observando la realidad diaria en las aulas, es evidente que el impacto de celulares y tabletas no siempre es el esperado. Esto no se debe al potencial dañino de estos aparatos, sino más bien a la falta de cultivar un uso adecuado de los mismos. Por tanto, es crucial desarrollar políticas para su uso, a la par de fomentar una cultura de alfabetización digital entre padres, madres, educadores y toda la comunidad que interactúa con dichos dispositivos.

La Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2023 da cuenta que estos dispositivos consumen alrededor de 4 horas y media diarias en promedio a nivel internacional, y en el caso mexicano aumenta a casi 6 horas y media al día en la población juvenil.

Este alto consumo está generando problemas sin precedentes, como la disminución en la capacidad de atención y de retención de información, “demencia digital” o la incapacidad para respetar opiniones divergentes, por citar algunos.

Ante ello, varios países europeos, como España e Italia, han respondido recomendando un uso más discreto y limitado, sobre todo entre la infancia, ante sus consecuencias en el rendimiento académico.

Mario Campos, en su libro “La batalla por la atención”, enfatiza la necesidad urgente de adoptar una “dieta digital”, práctica crucial para restablecer las relaciones humanas perdidas entre padres e hijos, maestros y estudiantes, y entre amigos.

Recientemente, escuché a un profesor de una reconocida universidad mencionar que muchos de sus estudiantes de posgrado carecen de habilidades de lectoescritura, lo cual representa un problema serio pues sugiere que estamos graduando profesionales con dificultades para leer y/o para comprender, incluso, lo poco que leen.

En este contexto, invito a padres y madres de familia a informarse más sobre el tema y considerar adoptar la dieta digital. En lo personal he comenzado a implementarla experimentando cambios significativos en mi estado de ánimo, permitiéndome disfrutar de momentos de calidad tanto en familia como en solitario, fomentando la reflexión y la toma de decisiones más conscientes.

A continuación, una breve y oportuna lista de opciones para seguir una dieta digital:

1.- Establecer límites de tiempo en pantalla: decide cuánto tiempo deseas dedicar a tus dispositivos, haciendo uso de los ajustes del celular para limitar el acceso a aplicaciones después de alcanzar los periodos determinados.

2.- Tomar descansos: levantarse y moverse después de estar frente a una pantalla durante 40 minutos. Intentar tomar descansos más largos de la tecnología a lo largo del día.

3.- Vigilar el contenido: es importante prestar atención al contenido diario en redes sociales y sitios web.

4.- Explorar actividades alternativas: busca actividades que disfrutes y que no impliquen uso de pantallas, como pasar tiempo en familia o con amigos, leer y/o hacer ejercicio.

5.- Ser flexible: reconoce que lo que a ti te funciona no siempre funciona a otros. No impongas tu dieta digital, ya que cada persona tiene necesidades diferentes.

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