Era de esperarse el pleito, de bajísimo nivel, entre los panistas.
Y es que ninguno de los protagonistas del zafarrancho que todos conocemos (hacía falta un chisme vulgar para amenizar el inicio del bello mes de julio) son precisamente finas personas.
Marko Cortés, el simplón dirigente actual del partido que fundó Gómez Morín, es un patán de altos vuelos, además de inepto. Pero sobre todo es corrupto, vividor y “amiguis” de Genaro García Luna. Quien con lobos anda, a aullar se enseña… O al menos era, según se dice. Ahora lo niega como todos. Con ellos no queda eso de que los amigos se conocen en la cárcel y en el hospital, al contrario, niegan que estuvieron en la fiesta, aunque tengan los chones llenos de confeti.
El PAN perdió feamente las pasadas elecciones presidenciales. Mucha culpa tuvo su candidata, Xóchitl Gálvez, pero el fracaso blanquiazul nació al interior de Acción Nacional y no desde ahorita, desde hace mucho.
En las urnas, por ejemplo, ha sido el segundo partido, después del PRI, que más votantes ha perdido desde 2018, donde logró 9 millones 996 mil votos y en 2024 obtuvo 9 millones 130 mil 979, es decir perdió 865 mil 535.
Muchísimos, y podemos asegurar que para el 2030 la cifra puede aumentar considerablemente, más si los pleitos entre sus militantes y dirigentes siguen, como el que protagonizaron Marko Cortés y otro impresentable, Javier Lozano, quienes se avientan la bolita para culparse de todo y de nada.
Fue en Atypical TeVe, canal de Carlos Alazraki, donde los dos azules sacaron los trapitos al sol y como dicen, “cuando las comadres se pelean, las verdades salen a relucir”.
Lozano acusó a Cortés de ser el culpable de la derrota de Xóchitl Gálvez en el reciente proceso electoral, además de echarle en cara que es cercano a Genaro García Luna, ex secretario de seguridad pública en el sexenio de Calderón, a lo que Marko respondió: “el PAN nunca lo ha reconocido como uno de los nuestros […] Él no es panista y nunca fue panista”. No solo lo negó, incluso lo culpó indirectamente de todos los males del partido, argumentando que el proceso que se le sigue en Estados Unidos por nexos con el crimen organizado “[les] pegó muchísimo en la campaña como lo del señalamiento del PRIAN”.
Marko tiene razón en algo: el lastre de García Luna lo traen cargando, pero el preso en el vecino país del norte es solo uno de los tantos de los negativos que tienen los blanquiazules.
Y súmale la alianza con el PRI y el PRD. La culpa es de todos, tan malo el pinto como el colorado.
La llamada coalición Fuerza y Corazón por México nació muerta. Tan es así que el PRD ya es cadáver y poquito les falta a los otros dos, porque si el PAN perdió una buena cantidad de votos en estas elecciones, el PRI no canta mal las rancheras: en 2018 obtuvo 7 millones 677 mil 180 sufragios y en esta elección sólo logró reunir 5 millones 736 mil 420, es decir, perdió un millón 940 mil 760 votos.
En el pleito, que se hizo viral como era de esperarse, surgieron reclamos de ambos personajes, pero hubo un tercer colado: Felipe Calderón, quien desde su cuenta de X se le fue a la yugular al dirigente blanquiazul cuestionando la decisión de los azules en las listas de plurinominales, que dejaron fuera a Jorge Triana, diputado federal, al que le echó flores y calificó como “uno de los mejores tribunos” del PAN.
Marko Cortés, nos queda claro, es el “apestado”. Uno de tantos de los azules, por no decir todos. Ya sabemos que Calderón anda a salto de mata en el viejo continente y que tiene tantas cuentas pendientes que mejor ve los toros desde la barrera.
El panismo que hace 24 años llegó a la presidencia con Vicente Fox y que seis años después robó la presidencia para dársela a Felipe ya es cosa del pasado.
En México no existe oposición, mucho menos representada en los partidos del PRI o el PAN. En el 2030 Morena, máxima fuerza política no puede debilitarse, menos ahora que tendremos a una mujer como Claudia Sheinbaum en la presidencia y a quien hemos visto muy feliz y arropada por su dirigencia y por Andrés Manuel López Obrador.
Vaya contraste. Mientras los panistas se destrozan entre ellos mismos, los guindas celebran los seis años del triunfo del actual presidente y preparan la transición para el nuevo gobierno encabezado por la doctora Sheinbaum.
Esperemos que la unión perviva, pese a todos los desacuerdos o asegures que existan entre ellos.
En cuanto a los panistas, es muy claro que están cosechando lo que sembraron. Ya asistiremos dentro de poco a su funeral.
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