Juan Arvizu, la seda en la voz​

De vuelta a la nostalgia del canto clásico popular mexicano en radio, cine y televisión entre las décadas de los treintas a los sesentas del siglo pasado, vale bien hacerlo de manera tersa, como una transición. Hay que recordar y disfrutar de las interpretaciones de uno de los cantantes más representativos de ese tiempo que vio surgir a un buen número de ellos, tal como hemos ido revisando en este espacio. No obstante mi predilección por voces de características más dramáticas, cuando conocí a Juan Arvizu (1900-1985) no dejo de llamar mi atención, al grado de la admiración, su canto sutil, suave, nada forzado, incluso de cierta elegancia en la voz de tenor lírico ligero. Un cantante que hizo de la tersura su fortaleza. De ahí que le hayan llamado “El tenor de la voz de seda”, una voz suave pero con brillo que no sólo se refiere a su característica natural o innata, también a su uso. Antes que estridencias, golpes o efectos dramáticos, una transición sutil entre las palabras y las frases cantadas. Un canto ligado (del italiano “legato”; el mejor recurso técnico para la voz) que construye un lirismo agradable al oído; y caro al “corazón”, podría agregar cualquier espíritu “romántico”.

|Una de las grabaciones más celebradas de Arvizu donde da muestras de la sutiliza de su canto en que voz real y falsete se mezclan a la perfección, “Damisela encantadora”, de Ernesto Lecuona|:

Como otros cantantes de su tiempo que iniciaron su carrera en la Ciudad de México, Arvizu también estudió con José Eduardo Pierson, ese maestro tan trascendente. Aunque debutó el 3 de abril de 1927 en la ópera Dinorah, de Giacomo Meyerbeer, en el Teatro Iris (algunas fuentes señalan que fue en 1924 en la ópera La Sonámbula, de Vincenzo Bellini), y cantó algunos recitales en la Ciudad de México y en el Teatro Degollado de Guadalajara, Jalisco, pronto cayó en el encanto del disco y la radio, pues participó en la inauguración de la XEW en 1930 junto con Josefina “La Chacha Aguilar”, Francisco Salinas y Ofelia Euroza (por cierto, la Orquesta Típica de la Policía interpretó la pieza inaugural de la estación: el “Himno a la alegría”, del cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven, dirigida por Miguel Lerdo de Tejada). Antes, en 1928, lo había contratado la discográfica Brunswick, mas pronto pasó a grabar con RCA Víctor; su primera grabación fue “Varita de nardo”, de Joaquín Pardavé.

|Una de las primeras grabaciones de Arvizu, “Ventanita morada”, de Pardavé|:

Ya tenía cierta popularidad cuando conoció a Agustín Lara, pues había grabado las canciones de Pardavé que alcanzaron el éxito. Al propio Lara le había grabado el Trio Garnica Ascensio su primera pieza, “Imposible”. Arvizu mismo registra que él y Maruca Pérez fueron los intérpretes primigenios de Lara, compositor y personaje que llegaría a ser tan importante para tantos cantantes y para la canción mexicana y aun la internacional. Lara lo dijo en la contraportada de un disco titulado Mi primer intérprete, “Juan Arvizu fue el profeta de mi éxito de compositor”. Y es que el tenor andaba en busca de tangos que se habían vuelto famosos con Carlos Gardel y descubrió que Lara los escribía y bien. Arvizu consideraba a Gardel “el más grande cantor que ha tenido América Latina y fue lo que Caruso en el arte de la ópera, único e insustituible. No ha surgido un cantante… que reúna… como él presencia física, calidad de voz… y esa emoción que transmitía al público”. El gusto por el tango y su éxito llevó a Arvizu a vivir durante 18 años en Buenos Aires (en 1935, el año de la muerte de Gardel), donde dice que vendió más de cien mil discos de Lara, una barbaridad para la época; por cierto, algunos argentinos se atribuyen el mote de “El tenor de la voz de seda”.

|”Sintiendo una pena”, el primer tango que Arvizu grabó a Agustín Lara|:

Si bien se le conoce mayormente como bolerista o intérprete de boleros, su éxito con el tango fue innegable, en el sitio argentino “Todo Tango”, Néstor Pinsón hace el registro: “Entre las legendarias voces del bolero, Juan Arvizu merece un espacio propio por su larga relación con nuestro país y con el tango. Llegó a Buenos Aires contratado para la inauguración de LR1 Radio El Mundo, hecho ocurrido el 29 de noviembre de 1935. La relación fue pactada por un mes y medio, pero se extendió por la notable aceptación que obtuvo del público, a tal punto que sentó aquí su residencia. Permaneció 18 años en la Argentina, siendo el punto de partida de sus numerosas giras al exterior”.

|Y ya que estamos en el territorio del tango, aquí una muy buena interpretación de “Caminito”, de Juan de Dios Filiberto y Gabino Coria Peñaloza, que popularizara Gardel, a quien tanto admiró Arvizu|:

Arvizu contrató a Lara para acompañarlo al piano en las interpretaciones que ofrecía en el cine entre película y película. Colaboraron durante cuatro años, Arvizu grabó un primer tango a Lara, “Sintiendo una pena”, y también fue el primero en grabar “Granada” (Arvizu señala a “El Chamaco Sandoval” como letrista de importantes canciones de “El flaco de oro”). Aunque Arvizu considera que Lara no fue feliz, “creo que fue un hombre desgraciado”, lo vio como un músico de genio, que componía y armonizaba con mucha facilidad. Cuenta una linda anécdota. Una noche lo encontró “en una esquina, parado bajo un farol. No entendía que estaba haciendo y se lo pregunté. La respuesta fue inmediata: ‘Estoy haciéndole una canción al farolito’. Ahí mismo nació una de sus canciones más populares”, y que el propio Arvizu grabó en su versión original en cuanto a la letra (todas las citas anteriores, tomadas del testimonio de Arvizu sobre Lara en el libro Agustín, rencuentro con lo sentimental).

|“Granada”; el primer cantante en grabar esta pieza, en una versión sutil, contrastante con las más bravías o dramáticas que vinieron posteriormente|:

|Y de esa anécdota que parece broma, de esa noche en que Arvizu encontró a Lara bajo un farol|:

“Farolito”

|De Rafael Hernández, “Ahora seremos felices”|:

Además de vivir en Argentina, Arvizu pasó tiempo en Chile y Colombia; cuando decidió regresar a México ya no sería igual, no obtuvo el éxito de antaño y se fue diluyendo hasta llegar al retiro también de seda. El legado de Juan Arvizu, no obstante, es enorme. Participó en algunas películas, pero sobre todo cantó en público y grabó muchas canciones de compositores mexicanos y de toda Latinoamérica (algunos señalan la increíble cantidad de dos mil canciones grabadas), solo, pero también realizó duetos con colegas. Vale la pena explorar su discografía (disponible mucha de ella en youtube) para disfrutar sus emotivas interpretaciones sutiles. Sutileza, sedosidad que de pronto pareciera expandirse un poco de más, sobre todo si interpreta un tango o una canción como “Perfidia”, de Alberto Domínguez.

Y con esa canción dejamos en suspenso este concierto, “Perfidia”, de Alberto Domínguez.

Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo

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