Nunca se sabe quién es el verdadero autor de las frases célebres que se difunden en internet. La siguiente se atribuye a Albert Einstein: “La distinción entre el pasado, el presente y el futuro es solo una ilusión obstinadamente persistente”. No sé si sea cierta en la teoría de la relatividad, pero sin duda aplica a los políticos que cambian de partido.
Marcelo Ebrard, por ejemplo, tiene varios pasados, un presente y quién sabe si tenga futuro:
En el pasado —los años noventa del siglo XX— Marcelo fue salinista y camachista: lo demuestran fotos suyas con Carlos Salinas de Gortari y Manuel Camacho Solís.En el arranque del siglo XXI se hizo lopezobradorista.Antes de las elecciones presidenciales de 2012 se sintió, por primera vez en su vida, ebrardista y buscó ser presidente de México. No lo logró.Fracasado y perseguido después de su periodo como jefe de gobierno del Distrito Federal, en 2018 volvió a ser lopezobradorista.Como corcholata pensó en 2024 que podía intentar de nuevo ser ebrardista y soñó otra vez con la presidencia. Volvió a fracasar.Frustrado regresó al lopezobradorismo y añadió un ismo negativo: el anticlaudismo, que creyó le iba a servir de trampolín para convertirse en presidente en 2030. Rectificó y aceptó su realidad: nació para ser subordinado.Nuevamente consciente de su rol secundario en la política, se disciplinó y es ahora el más leal claudista.¿Qué será en el futuro don Marcelo? Probablemente todas las anteriores —juntos y revueltos sus pasados y su presente—. N habrá mejor explicación para otra casi segura decepción: sumados en 2030 sus pasados salinista, camachista, lopezobradorista, ebrardista, anticlaudista y claudista darán como resultado la nada.
Sin duda quisiera Ebrard olvidar sus pasados que, evidentemente, le estorban en el presente porque, dice el refrán, tiempo pasado, con pena recordado. Pero el pasado nos golpea a todos.
El embajador de México en España, Quirino Ordaz Coppel, ha protagonizado el más reciente escándalo de la política mexicana porque fue invitado a una reunión en la que estaba el más desprestigiado de los expresidentes del PRI, Carlos Salinas de Gortari.
Hay reuniones sobre las que cabe decir que ya chingó quien no fue invitado. Y, desde luego, ya se chingó quién recibió invitación y confirma su asistencia. Fue el caso de Quirino. Llegó a la fiesta organizada por el multimillonario Juan Antonio Pérez Simón y ahí estaba Salinas, el político con el que nadie de la 4T debe convivir, y menos en rumbosa pachanga madrileña.
¿Por qué Quirino no se retiró de inmediato y evitó la crisis? Seguramente porque su pasado priista lo traicionó y no fue capaz de evidenciar que en su presente lopezobradorista Carlos Salinas apesta. Al ver a Salinas pudo el embajador haber inventado un bautizo o un funeral de última hora y salir a toda prisa —eso sí, con toda educación— de la casa de Pérez Simón, pero no se atrevió: a Salinas de Gortari lo respetan en exceso todos los que militaron en el PRI. Se quedó y hubo fotos, y perdió el sinaloense.
No es Quirino el único lopezobradorista con pasado salinista. Otro es Manuel Bartlett y debe haber más. La presidenta Claudia Sheinbaum deberá evitar darles relevancia en su gobierno.
Pasados tan malos como el salinismo tienen casi todos los aliados de Sheinbaum del Partido Verde. Un caso particularmente lamentables es el de Manuel Velasco, cuya historia es la de un junior de la política, tal como lo ha descrito Francisco Cruz Jiménez en su libro Los juniors del poder:
“Un tipo de cuidado, el Peña chiapaneco”.
“Manuel El Güero Velasco Coello es un hombre difícil de definir: milita en el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), comulga con el Revolucionario Institucional (PRI), se entiende con Nueva Alianza, llegó a la gubernatura de Chiapas protegido por la casta dominante del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y es descendiente de priistas de abolengo”.
“Enarbola la bandera de la renovación generacional, aunque formó su gabinete como un representante de la era pridinosáurica; vive en la entidad más empobrecida del país, permanentemente maltratada, pero gasta en imagen los dineros de un gobierno millonario para mantenerse activo en la cultura del spot”.
Ahora Velasco es lopezobradorista y claudista.
LOS JUNIORS DEL PODER
No son vergonzosos todos los pasados de quienes no han sido izquierdistas toda la vida y hoy están con la 4T. Juan Ramón de la Fuente fue secretario de Salud del presidente priista Ernesto Zedillo, pero en todas las referencias acerca del gabinete zedillista queda claro que había al menos dos personas sin partido, Julia Carabias y De la Fuente. En el México de los fanatismos partidistas es muy positivo no militar en ningún instituto político.
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