México como costal​

En esta ciudad semidesértica brilló el sol durante el fin de semana, una brisa fresca refrescaba a la gente que acaso portaba un chaleco o un suéter, muchos hablan español, sonrientes, mientras caminan por centros comerciales.

Si tienen alguna preocupación, quizás sea la del frío que se les vendrá encima.

Pocos hablan de que este lunes comienza el gobierno de Donald Trump. Para buena parte de los habitantes de Houston, Texas, él ya es presidente desde el inicio del año. La perspectiva es optimista: drill, baby drill(perfora, bebé, perfora), ha dicho el mandatario que tomará posesión. Los petroleros de esta ciudad se sienten reivindicados, luego de años de haber sido denostados por políticas ambientalistas.

Quienes votaron por él han buscado desde hace años una revancha definitiva. No hay planes visibles para contener alguna de sus propuestas.

Ya es 20 de enero, tercera llamada, abren el telón, comenzamos.

Para los primeros actos, los mexicanos son un blanco óptimo, uno al que el próximo presidente estadounidense puede golpear casi sin costo en el más corto plazo.

¿Implica eso que puede desatar su imaginación y causar una catástrofe para los mexicanos? No, hay límites que ya expuse aquí previamente. Pero ayer, diarios importantes del vecino país revelaron cuáles podrían ser sus primeras decisiones y de confirmarse esas previsiones, quedará claro que la mejor fuente de recursos para el espectáculo de Trump está al sur de la frontera:

  1. Declarar una emergencia nacional en la frontera entre Estados Unidos y México para desbloquear fondos del Pentágono y desplegar tropas para construir infraestructura fronteriza.
  2. Reinstaurar la política “Permanece en México”, que requiere que los solicitantes de asilo permanezcan en el norte de México durante sus procesos judiciales en Estados Unidos.
  3. Iniciar redadas migratorias a gran escala en ciudades como Chicago, Miami, Nueva York y Los Ángeles. Muchos mexicanos están en riesgo.
  4. Designar a los cárteles de la droga de México como organizaciones terroristas extranjeras, lo que da viabilidad a acciones de fuerza de sus instituciones de seguridad.
  5. Eliminar la ciudadanía por nacimiento, como prometió durante la campaña.
  6. Reiniciar la construcción del muro fronterizo o una infraestructura de cercado similar.
  7. Aplicar aranceles o impuestos que encarecen productos que llegan del exterior.

Todas esas medidas anticipadas este domingo por The Wall Street Journal y The Washington Post, afectan directa o indirectamente a quienes habitan el territorio al sur del río Bravo. México en calidad de costal.

Hay otras de índole internacional, como derogar las políticas de la administración Biden sobre cambio climático y vehículos eléctricos, reduciendo el gasto en iniciativas ecológicas. También la de eliminar directivas de diversidad, equidad e inclusión, marcando un cambio en la cultura e iniciativas en el gobierno. Pero son menos tangibles y su impacto es de mediano plazo.

Basado en la experiencia puedo anticipar ciertas reacciones de políticos y otros líderes mexicanos: radicales que se desgarran con declaraciones nacionalistas incendiarias, otros extremistas que agradecen la intervención estadounidense en asuntos de seguridad y muchos líderes de empresa que esperan a que el agua deje de agitarse para tomar decisiones.

Estoy convencido de que el impacto de las decisiones de Trump será temporal, una suerte de purga de los más profundos sentimientos de la relación binacional de su gente con la de México. Sacar lo que haya que sacar, para establecer otro tipo de vínculos.

Durante y después de la tormenta vendrán oportunidades que en el largo plazo abrirán un camino que debe ser fructífero para México. Pero el impacto sí viene y no sabemos de qué dimensión será.

La clave está en prepararse, capacitar a nuestra gente en las habilidades que necesitarán dentro de unos 18 meses que durará este desencuentro que tendrá un desenlace cuando veamos cómo quedará el Tratado México Estados Unidos y Canadá, el TMEC.

Conviene controlar lo controlable. Lo de Trump está en su cabeza, es su espectáculo y solo él conoce su dirección. En Texas, al menos, no hay intención de contenerlo.

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