Un trancazo es un golpazo que se da con una tranca de palo contra algún objetivo. Así se le llama también coloquialmente a la gripe, pues esta supone para la persona un estado semejante al de haber recibido un tremendo golpe en el organismo. Un abuelo refería el trancazo al cual sobrevivió cuando niño, que no era otro sino la pandemia de la gripe española de 1918, que mató a millones en el mundo y medio millón aproximadamente en México. Un terrible golpe, un trancazo descomunal contra la sociedad de ese tiempo, superior a la del nuestro con el Covid-19.
Un trancazo se volvió sinónimo no sólo de algo muy terrible, también de algo muy grande. Y del sentido negativo, en México tomó un sentido positivo: dar un gran golpe, un trancazo, ha llegado a significar alcanzar un éxito enorme, arrollador. Pues bien, algo semejante sucedió con el lanzamiento de la canción “Amor perdido”, del puertorriqueño Pedro Flores, en la voz de María Luisa Landín en 1949. Con razón, en alguna arenga en medio de un bolero ella exclamó “¡vivan los cuarenta!”, la década en que empezó a grabar (1941) y a tener un éxito discreto hasta que dio el trancazo musical sobre la sociedad de radio oyentes con la canción de Flores que se extendió a todo México y a no pocos países latinoamericanos.
|“Hay que saber perder”, que pasó de la guitarra casi ranchera de Cuco Sánchez, su autor, al gran ritmo bolerístico que acompaña a Landín; del llanto al baile doliente|:
La voz de Landín se hizo al fin reconocible del todo con esa pieza que le dio una identidad particularizada en un medio y un tiempo en que triunfaban otras cantantes femeninas como María Luisa González o Toña La Negra. Del disco, la canción y su voz se extendieron a la radio y a los conciertos; pronto la convirtieron en película. Amor perdido, de 1950, dirigida por el español Miguel Morayta en la que el rol de Landín consistió en cantar la canción. Misma experiencia que repitió en otro puñado de filmes: aparecer como cantante. Acto recurrente de directores o de los productores de cine para promover algún cantante o cierta canción; acá el proceso fue a la inversa, primero la canción y después la película. En el portal de La B Grande de México, se establece que “‘Amor perdido’ es un bolero escrito por el compositor puertorriqueño Pedro Flores en 1938. Un año después, se popularizó en México gracias a la versión de Manolita Arreola. En 1950 la grabó María Luisa Landín”; en realidad, la grabación de Landín es de un año anterior y sí, ella es quien logra la versión que triunfará de manera definitiva y tendrá una presencia que supera la de otros boleros de mejor calidad musical e incluso con una lírica más poética; pero así es el fenómeno del éxito…
|“Conozco a los dos”, de Pablo Valdez Hernández; hay que tomar en consideración que la mayoría de estos boleros, aunque cantados por mujeres, son compuestos por hombres|:
María Luisa Landín (1921-2014; algunas fuentes establecen como año de nacimiento 1923), comenzó a cantar desde adolescente. Ya en 1936 conforma con su hermana Avelina el dueto de las Hermanas Landín, en cierto modo para competir con las pioneras de este tipo de dúos, las Hermanas Águila, de quienes ya hemos hablado aquí. Aunque graban y tienen presentaciones, pronto se deshace la asociación y María Luisa prosigue como solista registrando la primera canción que la hace destacar en 1941, “Hay que saber perder”, de Cuco Sánchez, y en 1942, su primera pieza inédita, un estreno que se convierte en éxito, “Canción del alma”, de Rafael Hernández.
|“Dos almas”, de Fabiano Domingo|:
Esos primeros éxitos la llevan a colaborar con los compositores boricuas Pedro Flores y Rafael Hernández así como a cantar canciones de Consuelo Velázquez, Federico Baena, Agustín Lara, por supuesto, y otros más que la colocan en un lugar destacado en toda la década de los cuarenta, hasta que logra el éxito arrollador de “Amor perdido” y de ahí en adelante se convierte para los productores, los medios y el público que los sigue en “La reina del bolero”.
|“Amor perdido”, de Pedro Flores, montaje de la versión de disco sobre las imágenes coloreadas de la película|:
He encontrado información de su temprano interés por la música, mas no referencias a que haya estudiado canto ni popular ni clásico; es probable que lo haya hecho, además de estar bajo el influjo de lo que he llamado el espíritu de la época: el canto popular marcado por el entrenamiento del canto clásico. Su voz se coloca, para el bolero, sin duda en la tesitura de soprano. Una voz ligera en las primeras grabaciones que poco a poca va desarrollando y alcanza cierta madurez con la grabación de la canción de Flores en 1949. Y conforme avanzan los cincuenta y sesenta (cuando graba su último disco) la voz gana mayor potencia, amplitud en el registro grave, color, sobre todo expresividad (sentimiento, pues) pero también ciertas dificultades para sostener bien a bien todas las notas, sobre todo en las cadencias finales. Con todo, la voz y la artista ganan presencia en las actuaciones que existen en vivo para la televisión, que fue el medio que tomó la batuta de los discos, la radio y el cine; como hemos visto ya en entregas anteriores y que ha sido el concepto en torno al cual han girado estas colaboraciones.
|“Amor ciego”, de Rafael Hernández, una segunda versión más ágil, con madurez vocal e interpretativa; aunque con menor complejidad orquestal que la original|:
Con un gran recorrido ya en el canto del bolero, a María Luisa Landín le faltaba vivir una gran sorpresa consecuencia todavía de aquel trancazo de 1949. Casi tres décadas después, en 1977, el ícono de la intelectualidad de la cultura popular –y a veces de la contracultura, a quien he descubierto y llamado como el barroco paradójico de la crónica–, Carlos Monsiváis, le hace un homenaje y publica su libro Amor perdido. Un homenaje sí, a la intérprete antes que al autor de la canción. El libro que, como la mayoría de Monsiváis, es una reunión de crónicas y ensayos sobre diversidad de temas, y tiene y busca deliberadamente una alta carga de sarcasmo e ironía como sinónimo de humor. El volumen empieza precisamente con la reproducción de los versos de “Amor perdido” en el epígrafe. Le titula: “En tus manos encomiendo el epígrafe… Canción popular de Pedro Flores. Interpretación de María Luisa Landín”.
|“Miseria”, bolero de Miguel Ángel Valladares con un toque de bandoneón tanguero en varios momentos del arreglo, la bolerista en plenitud|:
Una verdadera sorpresa para la bolerista que en ese homenaje ve expresado el simbolismo de una época, un estilo, un lenguaje, una sociedad que Monsiváis retrata en su propio estilo. Si algo confirma lo anterior al nivel de las imágenes, es la portada del libro de editorial ERA en la que aparecen Salvador Novo, Agustín Lara, un padrote y una rumbera (no lo tengo a mano para verificar los últimos dos personajes); o la fotografía de Pedro Infante sonriente en la portada del libro en su edición de Lecturas Mexicanas de 1986 (Segunda Serie, No. 44).
|“Somos diferentes”, de Pablo Beltrán Ruiz o Pablo Rosas Rodríguez; son la misma persona|:
Tuvo María Luisa Landín una existencia prolongada, éxito y amplio reconocimiento en vida. Y en ella sí se puede percibir, por medio de las grabaciones y las presentaciones en vivo, la evolución tanto vocal como interpretativa. Se vive así el bolero dichoso en placer, amor y dolor. En mi caso, prefiero su etapa intermedia de Landín, cuando voz e interpretación alcanzan mayor equilibrio y le dan justamente esa caracterización de “reina del bolero”.
Para terminar, dos boleros más:
|“Canción del alma”, de Rafael Hernández, en vivo y en madurez de la cantante|:
|“Por eso te perdono”, de Federico Baena|:
Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo
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