El regreso de Donald Trump al gobierno de Estados Unidos, con su postura proteccionista y enfoque nacionalista, está generando inquietudes y expectativas en diversos sectores, incluyendo la industria de la construcción mexicana. Este escenario representa tanto desafíos como oportunidades, dependiendo de cómo las empresas mexicanas adapten sus estrategias.
En términos de amenazas, la política proteccionista de Trump podría impactar negativamente la relación comercial entre México y Estados Unidos. Su inclinación a reforzar barreras arancelarias, renegociar tratados comerciales y priorizar el ‘Made in America’ podría limitar el acceso a materiales de construcción importados o dificultar la exportación de servicios de empresas mexicanas. Adicionalmente, el endurecimiento de políticas migratorias podría afectar la mano de obra mexicana que históricamente ha contribuido a la construcción en Estados Unidos.
Sin embargo, también existen oportunidades significativas. Por ejemplo, el desarrollo de infraestructura en la extensa franja fronteriza y en muchas entidades de otras zonas del país, o proyectos de logística y transporte, que seguramente requerirán de la colaboración binacional. Además, las crecientes necesidades de energías renovables en ambos países podrían posicionar a México como un proveedor clave, dado su amplio potencial en energía solar y eólica. La cercanía geográfica, costos competitivos y la experiencia técnica mexicana en ciertos rubros pueden ser ventajas estratégicas que permitan una integración fluida a las cadenas de suministro que busquen cumplir con estándares sostenibles en Estados Unidos.
El comercio bilateral demanda fuertes inversiones en carreteras, puentes y sistemas de transporte eficientes, que favorezcan el intercambio de bienes y servicios. Adicionalmente, la prosperidad generada impulsa el crecimiento en la demanda de vivienda en ambos lados de la frontera, lo que abre espacio para empresas mexicanas capaces de innovar en diseño y construcción sostenible.
Para aprovechar estas oportunidades y mitigar los riesgos, las empresas constructoras mexicanas deben implementar estrategias que refuercen su competitividad global, como por ejemplo diversificar sus mercados y buscar también oportunidades en América Latina, Europa y Asia, especialmente en regiones con demanda de infraestructura y energías renovables.
Muchas veces hemos insistido en esta columna en la necesidad de implementar tecnología de vanguardia, invertir en la digitalización de las empresas con herramientas como modelado BIM (Building Information Modeling) y prácticas de construcción modular para mejorar la eficiencia y reducir costos. Desde luego cumpliendo con estándares internacionales, y en este sentido certificaciones como ISO 9001 o LEED pueden posicionar mucho mejor a las empresas con nuevos clientes premium. Incorporar prácticas sostenibles y respetuosas con el medio ambiente no solo es ya una exigencia regulatoria en muchos países, sino también un factor clave de competitividad.
Este nuevo entorno también abre la puerta a la oportunidad de establecer alianzas estratégicas con empresas estadounidenses o internacionales para participar en licitaciones conjuntas y proyectos binacionales.
El gobierno de Donald Trump representa un entorno dual para la industria de la construcción mexicana. Las empresas deben transformarse en actores globales, invirtiendo en innovación, sostenibilidad y diversificación. Si bien existen amenazas claras, aquellas organizaciones que logren adaptarse a las nuevas realidades comerciales y tecnológicas estarán mejor posicionadas para convertir este desafío en una oportunidad de crecimiento.
E-mail: raul@mienergiamx.com
Facebook: Raúl Asís Monforte González
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