Rodrigo Espinosa salió de su casa junto con su familia la tarde del martes, cuando las llamas del incendio Palisades comenzaban a arrasar el oeste de Los Ángeles. Llegó a un hotel en Beverly Hills. Con el paso del tiempo comenzaron a llegar más y más personas. Todas huían del fuego. “No dejaba de llegar gente. Coche tras coche, familias enteras, niños y sus peluches…”, recuerda. La barra del hotel se convirtió en el lugar de los lamentos. Allí conoció a un hombre que ya sabía entonces que lo había perdido todo. “Su familia estaba a salvo, pero le remordía no haber sacado más cosas de su casa. Estaba devastado, con la mirada perdida”, añade. Lo único que Espinosa pudo hacer por él fue invitarle a la margarita que se estaba tomando. Ninguno de los dos ha regresado a su casa desde el martes.
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