Qué gusto recordar aquella época gloriosa, en la televisión, en un medio que ni siquiera te cautivó cuando eras niño, en ese perenne templo de la estupidez y la vulgaridad, que ha condicionado y condiciona a la mayoría del pueblo llano. Si tanta gente puede asegurar que la televisión ha formado parte trascendental de su existencia yo me alegro de haber poseído otros divertimentos. Por ejemplo: el cine, los libros, la música, los amigos, las mujeres, esas cosas siempre perdurables en la memoria.
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