El ajedrez estratégico de Donald Trump: Los peones (política interna)​

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El ajedrez estratégico de Donald Trump: Los peones (política interna)

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En el ajedrez estratégico de Donald Trump, los peones reflejan los temas que, si bien no figuran como prioridades fundamentales de su agenda, resultan indispensables para mantener el apoyo de su base electoral.

A diferencia de otras piezas que encarnan desafíos geopolíticos de gran magnitud, estos asuntos domésticos menores forman parte de un entramado que sostiene la narrativa MAGA (hacer a Estados Unidos grande otra vez) y de preservar lo que él define como la esencia de la nación. Los peones representan la energía tradicional, la defensa de la libertad religiosa, el respaldo al derecho a portar armas y el combate a lo que llama el “despertar cultural” en instituciones educativas y empresariales. Asimismo, el alcance de estas piezas se extiende a los vínculos con países como Venezuela y Cuba, utilizados en su discurso para asegurar el apoyo de sectores específicos del electorado latino.

El énfasis en la energía proveniente del carbón y el petróleo no solo evidencia el arraigo ideológico que Trump mantiene hacia la autosuficiencia energética, sino que también habla de un compromiso simbólico con los trabajadores del sector. Presentar la recuperación de la minería del carbón y la explotación intensiva de hidrocarburos como un acto de reivindicación nacional refuerza la imagen de un presidente que pelea por los empleos norteamericanos en un entorno globalizado. Estos movimientos, por moderados que sean en la práctica, constituyen un mensaje potente a las zonas rurales y a los estados tradicionalmente inclinados hacia los combustibles fósiles, creando una sensación de pertenencia que refuerza su base electoral. Así, el peón energético cumple el doble propósito de aportar narrativas de fortaleza económica y de alimentar la percepción de una administración lista para librar batallas contra las políticas medioambientales que, desde su perspectiva, obstaculizan el crecimiento.

La libertad religiosa figura como otro peón fundamental en la estrategia de Trump, ya que le permite mantener el respaldo de las comunidades evangélicas y de otros grupos que consideran amenazadas sus convicciones. Al mismo tiempo, su insistencia en el derecho a portar armas se traduce en un símbolo casi identitario para amplios sectores conservadores, que ven en ello la salvaguarda de las libertades individuales consagradas en la Constitución. Pese a que estos asuntos carecen de la resonancia global de los conflictos con China o la seguridad fronteriza, su relevancia radica en la movilización de votantes que comparten los valores conservadores promovidos por Trump.

La lucha contra el llamado “despertar cultural” constituye otra táctica de baja prioridad a nivel internacional, pero de alto impacto para la audiencia interna. Al denunciar la proliferación de discursos sobre diversidad, inclusión y justicia social en escuelas y compañías, Trump refuerza la idea de que existe una élite progresista que pretende imponer una visión contraria a los valores tradicionales de la nación. Para su base, este mensaje opera como un catalizador que genera cohesión y reafirma la necesidad de un liderazgo que presuntamente defienda a la mayoría silenciosa frente a tendencias que, a su juicio, podrían desestabilizar la identidad nacional.

En el ámbito de la política exterior, los peones adquieren forma en la referencia constante a países como Venezuela y Cuba, particularmente en momentos electorales. A través de un discurso duro contra el socialismo y el autoritarismo, Trump busca conectar con comunidades latinas exiliadas o con descendientes de migrantes que han sufrido regímenes represivos. Este recurso refuerza la idea de que solo una administración comprometida con el cambio en estos países logra hablar en nombre de la libertad y los derechos humanos, sin descuidar el objetivo real: captar votos claves en regiones como Florida. Así, se entrelazan motivaciones humanitarias y un cálculo político dirigido a consolidar apoyos cruciales en el Colegio Electoral para escenarios posteriores a 2025.

Pese a su relativa ubicación en el tablero de prioridades, estos asuntos cumplen una función indispensable en el sostén de la narrativa de Trump, que se construye sobre la promesa de defender los valores tradicionales y de garantizar que la voz del ciudadano común prevalezca por encima de las élites políticas y culturales. Como peones, pueden parecer prescindibles frente a desafíos mayores como las disputas con potencias rivales o las pugnas por la influencia global, pero en la práctica consolidan la estrategia que da sentido al proyecto de “América Primero”. Tanto en cuestiones de energía y libertades civiles como en el uso retórico de situaciones externas, estas pequeñas piezas crean y refuerzan vínculos emocionales con el electorado, asegurando que la partida avance en la dirección que Trump pretende dirigir.

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