Javier Campos Cabello (1958-1994) fue una suerte de rockstar y/o artista maldito en la pintura tapatía de los ochenta y noventa. Falleció muy prematuramente, a los 36 años, luego de una vida marcada por el trabajo y la bohemia. Se le recuerda como un talento precoz, un apasionado del jazz y el blues (y hasta del punk, según testimonia su cuadro Nina Hagen), y un convencido socialista, quien, sin embargo, tuvo una mirada plástica personalísima, en las antípodas del arte didáctico o panfletario, y creó, entre pinturas y dibujos, centenares de imágenes oscuras, angustiosas, irónicas, confrontativas y turbadoras, con una técnica y un trazo inconfundibles.
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