Ya sé, se les vino a la mente una de las canciones que hiciera famosa Luis Miguel:
“… ¿Por qué de pronto tienes tantos enemigos?
Miénteme como siempre.
Por favor miénteme.
Necesito creerte. Convénceme.
Miénteme con un beso que parezca de amor.
Necesito quererte, culpable o no…”
Ya hasta las lágrimas se me derramaron. Y es que sí, llevamos más de 6 años viendo cómo unos a otros se culpan.
Ahora ,que si la culpa la tiene AMLO, que la tiene Felipe Calderón, Zedillo, Anabel Hernández, Vicente Fox, Peso Pluma, La Casa de los Famosos, etc.
Culpar a otros, deslindarse de sus responsabilidades; lavarse las manos. Pareciera que es un requisito para ser presidente o presidenta de este país, además de que debe de ser requisito para políticos que añoran tener un escaño en el gobierno.
Entonces todos se culpan y así es más fácil. Es una estrategia bastante efectiva pero muy sucia. Sembrar en la mente de los ciudadanos la sensación de que alguien más es el malo, surte efecto.
De pronto leo que hasta los más jóvenes culpan a Zedillo del horror que estamos viviendo pero ni habían nacido en su sexenio.
Buscar culpables ya no es opción. La propia presidenta Claudia Sheinbaum dijo que no va a haber persecución política contra Felipe Calderón. Como diciendo “ahí muere”, porque si de culpables de algo, hablemos de Morena que tiene una larga lista de participantes.
Lo cierto es que culpar a otros de lo que uno es responsable es un paso para atrás en el desarrollo humano.
Asumir sin vergüenza que se tuvo culpa de algo y dejar de señalar a otros es un paso adelante.
Creo sin lugar a dudas que culpar a otros todo el tiempo nos estanca y no nos permite avanzar.
Me dirán algunos: “¡Ah!, o sea que abrazos, no balazos, ¿verdad?” Pero es que, platicando en un chat con amigos muy sabios, comentábamos que en este país no hay cárcel para nadie que lo merezca.
Como las culpas se reparten entre muchos pues nadie al final llega a ser tan malo como para que vaya a prisión.
Por eso yo sí creo lo que duramente le dijo el juez en Estados Unidos a García Luna: “Usted llevaba dos vidas”.
¿Cuántos de nuestros políticos llevan dos vidas? Igual un gran porcentaje, tristemente no me queda duda.
“No tengo ya derecho a reprocharte nada, pues nada queda ya de mí, de ti, de ayer. ¡Qué pena! Nuestra historia pudo ser fantástica, y ahora dime mi amor: ¿Quién te va a defender?”
Es cuanto.
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