Karina Sánchez: Va por ellas​

En el marco del 12 de octubre, Día de la Resistencia Indígena, sería interesante analizar algunas cifras. Según el último censo de población realizado por el INEGI, el 6.2 por ciento de la población de nuestro país se identifica como miembro de un pueblo indígena; esta misma instancia refiere que los principales problemas a los que se enfrentan están orientados al acceso de un empleo digno, al acceso a los apoyos de los programas sociales, así como a la discriminación por su apariencia.

Para la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2022, el 28 por ciento de las personas indígenas mayores de 12 años han manifestado haber sido víctimas de discriminación en el último año, siendo los detonantes su forma de vestir y la violación de sus derechos de manera injustificada, al solicitar algún apoyo de los programas sociales, también se les ha negado la atención médica o medicamentos; de hecho, el mayor porcentaje de discriminación lo viven las mujeres.

Dicha situación está alineada a la postura de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que afirma que esta población continúa viviendo en una marginación ante la falta del acceso a la educación, a un sistema de salud digno y, en general, a oportunidades que les permitan mejorar su calidad de vida.

Dentro de las propuestas de nuestra actual presidenta, se busca precisamente incrementar esos niveles de educación, impulsar el desarrollo regional, el acceso de manera efectiva a los servicios de salud. Lo interesante es que acotan la importancia de aprovechar la medicina tradicional, lo anterior denota un reconocimiento de sus saberes ancestrales. Otra propuesta interesante es el impulso que se le quiere dar a las actividades productivas y el desarrollo sostenible de las comunidades, incorporando a las mujeres indígenas, las cuales considera que son pieza clave para salvaguardar sus saberes.

El 22 de septiembre de 2024, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó el Pacto para el Futuro, en donde se reconoce el importante papel que tiene la cultura en el logro de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, ya que desde esta postura se invita a tener una visión más inclusiva de la cultura, considerando los patrimonios que se tienen, porque esto dará como resultado un desarrollo económico para las comunidades.

Uno de los hallazgos que encontré en mi tesis doctoral sobre las jefas de familia indígenas otomíes que radican en el estado de Nuevo León es que tienen dificultades para la transmisión de sus saberes: sus hijos e hijas no tienen interés por aprender la artesanía, ni mucho menos la herbolaria, ya que perciben no solo la discriminación y violencia que sufren sus madres al intentar comercializar sus productos, sino también la falta de espacios físicos para dicha actividad.

Por lo anterior, resalto lo importante que es el reconocimiento que nuestra presidenta está brindando a la riqueza de los conocimientos que tienen nuestras mujeres indígenas, ya que ellas son un pilar fundamental, no solo para el desarrollo de las comunidades, sino también para la continuidad de su cultura.

También considero que, por parte del estado de Nuevo León, han emprendido acciones orientadas a empujar el emprendimiento de estas mujeres indígenas, pero creo que no todo se trata de proveer de recursos económicos, sino más bien de desarrollar en ellas herramientas que les permitan resignificar su rol como emprendedoras, que se les enseñen modelos de negocios que permitan la sostenibilidad de su actividad y, sobre todo, que generen espacios para la comercialización de sus productos.

Lo anterior no solo es trabajo de nuestros líderes, nosotros como sociedad debemos aprender y reconocer el trabajo que conlleva el diseño de cada artesanía; un ejemplo son las muñecas Lele, en cada una de ellas la artesana comparte un poco de su vida, cada muñeca es única y representa horas de trabajo, desgaste de sus ojos, pero, sobre todo, el sueño de lograr una vida mejor para ella y sus familias.

Estas mujeres están en una lucha constante por intentar preservar su cultura en una cultura dominante que discrimina, violenta y minimiza; respetemos el trabajo de estas mujeres.

En el marco del 12 de octubre, Día de la Resistencia Indígena, sería interesante analizar algunas cifras. Según el último censo de población realizado por el INEGI, el 6.2 por ciento de la población de nuestro país se identifica como miembro de un pueblo indígena; esta misma instancia refiere que los principales problemas a los que se enfrentan están orientados al acceso de un empleo digno, al acceso a los apoyos de los programas sociales, así como a la discriminación por su apariencia.

Para la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2022, el 28 por ciento de las personas indígenas mayores de 12 años han manifestado haber sido víctimas de discriminación en el último año, siendo los detonantes su forma de vestir y la violación de sus derechos de manera injustificada, al solicitar algún apoyo de los programas sociales, también se les ha negado la atención médica o medicamentos; de hecho, el mayor porcentaje de discriminación lo viven las mujeres.

Dicha situación está alineada a la postura de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que afirma que esta población continúa viviendo en una marginación ante la falta del acceso a la educación, a un sistema de salud digno y, en general, a oportunidades que les permitan mejorar su calidad de vida.

Dentro de las propuestas de nuestra actual presidenta, se busca precisamente incrementar esos niveles de educación, impulsar el desarrollo regional, el acceso de manera efectiva a los servicios de salud. Lo interesante es que acotan la importancia de aprovechar la medicina tradicional, lo anterior denota un reconocimiento de sus saberes ancestrales.

Otra propuesta interesante es el impulso que se le quiere dar a las actividades productivas y el desarrollo sostenible de las comunidades, incorporando a las mujeres indígenas, las cuales considera que son pieza clave para salvaguardar sus saberes.

El 22 de septiembre de 2024, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó el Pacto para el Futuro, en donde se reconoce el importante papel que tiene la cultura en el logro de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, ya que desde esta postura se invita a tener una visión más inclusiva de la cultura, considerando los patrimonios que se tienen, porque esto dará como resultado un desarrollo económico para las comunidades.

Uno de los hallazgos que encontré en mi tesis doctoral sobre las jefas de familia indígenas otomíes que radican en el estado de Nuevo León es que tienen dificultades para la transmisión de sus saberes: sus hijos e hijas no tienen interés por aprender la artesanía, ni mucho menos la herbolaria, ya que perciben no solo la discriminación y violencia que sufren sus madres al intentar comercializar sus productos, sino también la falta de espacios físicos para dicha actividad.

Por lo anterior, resalto lo importante que es el reconocimiento que nuestra presidenta está brindando a la riqueza de los conocimientos que tienen nuestras mujeres indígenas, ya que ellas son un pilar fundamental, no solo para el desarrollo de las comunidades, sino también para la continuidad de su cultura.

También considero que, por parte del estado de Nuevo León, han emprendido acciones orientadas a empujar el emprendimiento de estas mujeres indígenas, pero creo que no todo se trata de proveer de recursos económicos, sino más bien de desarrollar en ellas herramientas que les permitan resignificar su rol como emprendedoras, que se les enseñen modelos de negocios que permitan la sostenibilidad de su actividad y, sobre todo, que generen espacios para la comercialización de sus productos.

Lo anterior no solo es trabajo de nuestros líderes, nosotros como sociedad debemos aprender y reconocer el trabajo que conlleva el diseño de cada artesanía; un ejemplo son las muñecas Lele, en cada una de ellas la artesana comparte un poco de su vida, cada muñeca es única y representa horas de trabajo, desgaste de sus ojos, pero, sobre todo, el sueño de lograr una vida mejor para ella y sus familias.

Estas mujeres están en una lucha constante por intentar preservar su cultura en una cultura dominante que discrimina, violenta y minimiza; respetemos el trabajo de estas mujeres.

La autora es Doctora en Ciencias Sociales con orientación en Desarrollo Sustentable (SNI) y profesora en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UDEM.

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