¡Hay que reclamarle a España!​

Según el criterio de los ganadores del premio Nobel de economía 2024, López Obrador se habría equivocado al exigir que la corona española pidiera perdón por lo cruento e inhumana que fue la conquista, porque tendría que haber añadido que a causa del orden de explotación y control de la población que impusieron los conquistadores hace 500 años, México no es una potencia económica como lo es Estados Unidos.

Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson, todos estadounidenses, fueron galardonados con el Nobel de economía de este año.

El razonamiento de los jueces que otorgaron el premio fue que para responder a la pregunta de ¿por qué las diferencias de ingresos entre los países son tan grandes y persistentes?, los galardonados ofrecen una original respuesta. Consiste en que, “al examinar empíricamente el impacto y la persistencia de las estrategias coloniales en el desarrollo económico posterior, han identificado las raíces históricas de los entornos institucionales extractivos que caracterizan a muchos países de bajos ingresos”.

Tales raíces históricas serían las instituciones políticas, que se comportan como extractoras o promotoras fundamentales de la riqueza de las naciones, según las decisiones que tomen las élites; de ahí se sigue que la prosperidad va de la mano de la democracia cuando efectivamente acota las decisiones elitistas y garantiza libertades, protege la vida y la propiedad con la ley de aplicación igual para todos.

Tengo un libro en preparación en el que comparo el colonialismo hispano con el de los ingleses en Norteamérica, basado en la obra de los galardonados con el Nobel.

Las sociedades coloniales hispanas no habrían tenido libertades «democráticas», ni garantías a la propiedad privada. Estuvieron controladas por instituciones a cargo de élites ibéricas que marginaban hasta a los criollos, diseñadas y operadas para mantener a la población a raya y para extraer lo más que se pudiera de minerales y otros recursos; el patrimonialismo monárquico no respetaba la propiedad privada y el trabajo indígena y mestizo se obtenía bajo coacción y por lo tanto, carecía de valor mercantil.

Los colonos ingleses, en cambio, encontraron escasa población nativa y riqueza en oro o plata, y se vieron forzados a hacer su propio esfuerzo de trabajar, que después convirtieron en la fuente del derecho de apropiarse de las tierras que pudieran labrar; el derecho a la propiedad así visto fue sustento del poder político en una relación trabajo/propiedad/poder político que habría sido la materia esencial con que se fueron elaborando normas que propiciaran la eficiencia en el trabajo y el avance de las clases propietarias durante la colonia, que se transformaría en Estados Unidos.

Esa es la “original” versión de Porqué fracasan los países, principal libro de Acemoglu y Robinson que va con la ideología dominante en occidente de que no son las fuerzas ciegas del mercado y la acumulación de capital (es decir, el sistema capitalista) las que impulsan el crecimiento y las desigualdades, sino las decisiones y estructuras establecidas por las élites que los contrapesos de la democracia pueden o no acotar.

Sin duda que la formación histórica de las élites y su idiosincrasia influyen en el funcionamiento de la economía y sobre todo, en el reparto de los beneficios, pero sus decisiones conducen al fracaso cuando no son consecuentes con las reglas implacables del mercado y de la acumulación de capital.

¿Cómo se formaron las élites en México? Su rasgo más característico desde la colonia, y luego en el México independiente no ha sido el de emprender, arriesgar, innovar al competir por la conquista de mercados, sino el rentismo.

Durante el porfiriato, la oligarquía mexicana consolidó una vía liberal de crecimiento económico dependiente; sus miembros simplemente se asociaron a inversores extranjeros o actuaron como mediadores comisionistas; desde entonces han sido élites acostumbradas a obtener rentas sin riesgos, sea mediante la explotación de recursos naturales, de la fuerza laboral o por el uso patentes y marcas desarrolladas en el extranjero por las que se pagan regalías.

Hay razones de queja por el colonialismo español, que no generó condiciones para que se desarrollaran instituciones libertarias de las iniciativas de elites emprendedoras, sino restricciones a garantías básicas del capitalismo como la propiedad privada, que hacían depender cualquier decisión particular de la magnanimidad del soberano.

¿Hay algo nuevo bajo el sol?

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