En este salón de exposiciones en el que cabría un parque, hay un techo lleno de luces. Es una enorme pantalla publicitaria de leds del tamaño de una cancha de basquetbol que emite luces rojas y blancas en movimiento.
En el suelo hay 10 vehículos futuristas rodeados de curiosos que hablan distintos idiomas.
Dos de los aparatos son drones autónomos y eléctricos de cuatro hélices. Uno de ellos, marca Cadillac, de la GM.
Parece hecho para Spock, del programa de culto Star Trek, o “Viaje a las Estrellas”. Quienes cuidan este prototipo hablan de que Ramón Ponce, un mexicano que estuvo presente en este lugar del Medio Oriente momentáneamente durante el martes, diseñó varias de sus partes.
El artefacto es negro y brillante como piano, del tamaño de una camioneta; su piso interior parece imitación de duela. Su único asiento central es unipersonal y tiene la forma de una gran mantarraya blanca. Dicen que cuando salga al mercado atenderá a millonarios de Dubái, Londres o Nueva York, que requieran cruzar la ciudad con prisa, mientras se deslizan a unos 150 metros sobre las cabezas de los pobres mortales que batallan con los semáforos.
¿Quién es Ramón Ponce? Él llamó la atención en GITEX 2024, el evento más concurrido de esta semana en Dubái, Emiratos Árabes Unidos (EAU), organizado para cientos de empresas globales de tecnología de telecomunicaciones, ciberseguridad, movilidad e inteligencia artificial.
Varios asistentes se entusiasmaron con este boceto presentado hace un par de años y llamado extraoficialmente VTOL (Vertical Take Off and Landing). Busqué registros de Ponce en Linkedin y otras redes sociales, pero nada. No di con él ¿Existe?
Me dijeron que está en el equipo de Thamer Hannona, un hombre originario de Iraq que es líder de un grupo de diseñadores de la GM.
Quien sí existe es el otro mexicano Adrián Aguirre, diseñador en jefe de la Bronco Sport de Ford, quien seguramente busca proyectos de nueva generación.
Aguirre, Hannona, el misterioso Ponce y otros individuos creativos son como el nuevo petróleo.
Así los ven en esta nación árabe cercana a Qatar, que se ha fijado un plan para basarse en ellos y complementar su fuente de riqueza proveniente hasta hoy del petróleo.
“El Plan ‘EAU Centennial 2071′ es un plan a largo plazo y de visión integral que se extiende por cinco décadas después de 2021. Conforma un mapa claro para el trabajo gubernamental a largo plazo, para fortalecer la reputación del país y su ‘soft power’”, advirtió hace tres años el gobierno de ese país.
“El plan apunta a invertir en las generaciones futuras, preparándolas con las habilidades y el conocimiento necesarios para enfrentar cambios rápidos y hacer de los EAU el mejor país del mundo para el próximo centenario en 2071″.
Esos planes suenan a naciones milenarias. Vaya, al punto: suena como los planes que convirtieron a China en una potencia. Conocer las ciudades de los EAU pueden dejar esa sensación en visitantes foráneos como yo.
Funcionarios de este país con los que converso esta semana presumen aplicaciones digitales para llevar registro de todo lo que concierne a cada ciudadano en esta nación que se ha quedado sin pobres: su seguridad, su salud, educación, certificados de capacitación.
Conciben la inteligencia artificial como la herramienta que les permitirá pasar de consumidores a creadores de tecnología, pues no exige conocimientos sobre código computacional, sino solamente creatividad, claridad de metas y constancia en la práctica de “prompts” o indicaciones para plataformas de Meta o de OpenAI que ustedes encuentran en su celular, como Gemini, de Google.
En el caso más representativo del valor de los creadores está la leyenda de Steve Jobs, pero hoy existen miles (¿o millones?) de mortales que, si bien probablemente no alcanzarán esa jerarquía, tal vez diseñarán un nuevo Tesla, como lo hizo el equipo de Franz von Holzhausen, quien antes trabajó para Mazda. Los EAU quieren traerlos a todos ellos a vivir a esta nación.
El creciente tráfico en cada ciudad y la contaminación que genera debe tener un límite.
Ante un escenario de indispensable disrupción en la movilidad, alguien debe pensar en qué forma y utilidad deben tener los vehículos de aquí en adelante.
Como el Robo Taxi que quiere vender eventualmente Elon Musk, tampoco el VTOL de Cadillac necesita un volante o pedales, sino un portavasos y un cargador de celular ¿Qué harán con los nuevos espacios vacíos?
El diseño de productos de vehículos o de todo lo que usamos nunca termina, menos cuando estamos ante escenarios retadores.
Si el hombre en cuestión no se llama así, no será tan relevante como encontrarlo a él y a todas y todos los Ramón Ponce hechos en México, e incentivarlos para que se queden en el país, su país.
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