Hace apenas un par de meses, en la recta final de su mandato, Andrés Manuel López Obrador lanzaba una de sus invectivas contra los empresarios: “Los que se sienten dueños de México”, “las cúpulas”, “los que son parte de la corrupción”. El todavía presidente respondía así a las críticas de las patronales económicas a la reforma judicial, que incluye, entre otras medidas, la elección directa de los jueces. El polémico y drástico cambio en el panorama judicial mexicano ha sido una de las principales razones del castigo al peso y de una ola de preocupación entre los mercados. Consciente de que devolver la confianza y la certidumbre a los inversores es seguramente su primer gran reto, la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, se ha prodigado en guiños al sector privado en un cambio de narrativa que toma distancia con López Obrador. Durante su toma de protesta, ya habló de cuidar a “las empresas y a la innovación”. Y este martes, en su primer discurso frente a la plana mayor de los directores de las grandes corporaciones mexicanas y estadounidenses, fue aún más allá. Mientras que antes las críticas a la reforma judicial eran respondidas con más ataques, ahora la estrategia es mano tendida, pedagogía, mesas de diálogo. La reforma “no representa ningún problema para la inversión en México, todo lo contrario, se va a fortalecer lo que llamamos el Estado de Derecho. Ningún empresario estadounidense ni mexicano tiene por qué temer a la reforma judicial”.
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