Aunque la declaración del pasado jueves de Donald Trump –que en caso de ganar en noviembre renegociaría el T-MEC– inquietó a empresarios en Canadá y México, los efectos de mercado que habrán de generar la aprobación de la reforma judicial en nuestro país y la desaparición de varios órganos reguladores harán indispensable revisar casi todo el texto del tratado, diseñar nuevos mecanismos que aseguren el cumplimiento de sus disposiciones por encima de intereses políticos, y evaluar si procede incluso cambiar su ámbito de aplicación. Además, la politización de las disputas sobre reglas de origen automotrices, del maíz transgénico, la protección a la totoaba y a la vaquita marina que han puesto en duda la eficiencia y legitimidad del propio mecanismo de solución de controversias trilateral, y el trato preferencial y diferenciado para Pemex y la CFE, harán que se tenga que considerar el modelo sobre el que se haga la renegociación.
Entre los principios fundamentales que se busca que cada una de las partes garantice para el buen funcionamiento del tratado, está que toda empresa –sin importar el origen de su capital– es igual ante la ley de cada país y que cada gobierno hará todo lo necesario por preservar y que se aplique correctamente el Estado de derecho, de manera que exista un marco legal y comercial claro, transparente y predecible para la planificación de los negocios y que apoye una mayor expansión del comercio y la inversión. De ahí que no importará quién gane este 5 de noviembre, pues hay aspectos que revisar al menos en los capítulos sobre energía (8), inversión (14), telecomunicaciones (18), políticas de competencia (21), empresas propiedad del estado (22), trabajo (23), competitividad (26) y publicación y administración del tratado (29). Y a esta lista hay que agregar los temas que ya se han identificado, como el control sobre las importaciones chinas, acero, autos y ajustes al mecanismo de solución de controversias (31).
La pauta de la negociación la establecerán de manera conjunta el nuevo Representante Comercial (USTR) y quienes sean electos como nuevos presidentes de los comités de Medios y Procedimientos en la Cámara de Representantes y de Finanzas en el Senado, con base en los resultados que arrojen las audiencias que se celebrarán en el primer semestre del próximo año y las que servirán para establecer los objetivos de la negociación, junto con los comités asesores del sector privado. En caso de que gane Trump sería probable tener nuevamente a Robert Lighthizer al frente del USTR, mientras que si gana Kamala, debemos esperar que se nombre a una persona con un perfil más proteccionista que el de Katherine Tai y quien designará al nuevo responsable del T-MEC, luego de la renuncia de Jayme White hace un año y que varios senadores bloquearon la nominación de Nelson Cunningham.
En el Congreso, el partido que obtiene la mayoría en cada cámara preside todos los comités de la misma y, hasta el día de hoy, parece que los republicanos, el partido que ha criticado a México con mayor frecuencia, puede controlar ambas. De esta manera, el Comité de Medios y Procedimientos podría seguir siendo presidido por Jason Smith (Missouri), muy cercano de Trump, por Adrian Smith (Nebraska) o Vern Buchanan (Florida), ambos críticos de México. Y en el comité de Finanzas podría ser designado John Cornyn (Texas), también crítico del gobierno mexicano, John Thune (Dakota del Sur) o Tim Scott (Carolina del Sur), uno de los incondicionales de Trump.
Ante este panorama, resulta indispensable que el gobierno de Claudia Sheinbaum, en coordinación con el sector privado mexicano, desarrolle un nuevo programa de cabildeo en Washington para restablecer relaciones de trabajo confiables con los líderes de ambas cámaras y de los comités responsables de la renegociación del tratado y generar un grupo que responda de manera oportuna a los ataques de los republicanos en contra del país. Y en este caso se vuelve imprescindible que la cara del gobierno mexicano en Washington sea Marcelo Ebrard, como responsable de este proceso. Esto le dará credibilidad y facilitará los acercamientos, sobre todo por la buena reputación que tiene Marcelo entre los funcionarios de Estados Unidos desde que fue canciller.
Por cierto, el nuevo PM del Reino Unido, Keir Starmer, encabezó en Londres un evento al que fueron invitados cerca de 400 inversionistas de primera línea de Europa y Estados Unidos para atraer IED que puede generar diversos aprendizajes para nuestro país.
El autor es consultor en políticas públicas y comercio exterior.
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