Inteligencia y coordinación son dos ejes que destacan de la Estrategia Nacional de Seguridad de Claudia Sheinbaum. Se dice fácil, pero ambos conceptos entrañan dificultades complejas que, si son desplegados con eficacia, reflejarán mejores resultados en el combate a la delincuencia organizada que los obtenidos en gobiernos anteriores.
La coordinación es necesaria entre todas las agencias públicas involucradas en la lucha contra el crimen y en la construcción de seguridad y paz. Omar García Harfuch deberá coordinarse con las secretarías de Defensa y Marina, la Guardia Nacional, la Fiscalía General de la República y la Secretaría de Hacienda (Aduanas, Unidad de Inteligencia Financiera), en el ámbito federal. Cada institución es celosa. Sus titulares deberán ser leales a México y a la presidenta Sheinbaum, antes que a su ego y territorio. Se requiere de ellos madurez y estabilidad emocional, altura de miras. Los celos son siempre expresión de inseguridad. En todos los países existen fricciones y desconfianzas entre las instituciones de seguridad y justicia, pero un rango de coordinación aceptable es posible si se antepone el objetivo con la supervisión exigente de la jefa del Ejecutivo, porque una orden no supervisada es una orden no dada.
La situación se complica cuando se requiere coordinar a gobiernos de los estados, fiscalías y agencias de seguridad locales. La federalización y la municipalización no facilitan las cosas. Además, la forma como se llevó a cabo la autonomización de las fiscalías generó nuevos problemas, antes que mejores investigaciones. La debilidad de la imagen de los gobernantes (por sus excesos) y el acoso neoliberal a la cosa pública con su discurso antiestatal llevaron a decisiones desacertadas, promovidas por una autodenominada sociedad civil, como la reelección continua de legisladores o la autonomización de las fiscalías. Para una coordinación exitosa, se requiere voluntad política (ejercer poder para mover estructuras y ejecutar acciones) y convenciones jurídicas para soportarlas.
Para el desarrollo de inteligencia, las variables son profesionalización y ética, tecnología, fuentes de información (abiertas y cerradas) y análisis. Se suele reducir a los servicios de inteligencia al espionaje y éste a la intervención de comunicaciones. No es así, aunque forman parte de ella. La inteligencia se produce cuando se analiza la información obtenida y se le da valor, principalmente de anticipación y prevención, aunque también de resolución.
En su origen, el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (hoy Centro Nacional de Inteligencia) se concentraba en la atención a los riesgos y amenazas en materia de seguridad nacional y solo era auxiliar en asuntos de seguridad pública cuando el Presidente lo pedía, de ahí que le cortaran un brazo para crear la subsecretaría de Seguridad en Gobernación cuando contribuyó a resolver secuestros y a la captura del Mochaorejas. La investigación social y política sobre las disidencias ha estado gravemente presente en la historia de los servicios de inteligencia, como relata el Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico (MEH) sobre las “Violaciones Graves a los Derechos Humanos Cometidas de 1965 a 1990″.
El despliegue mundial de la delincuencia organizada en materia de narcotráfico, contrabando, comercio ilícito de armas, órganos humanos, maderas finas, falsificaciones de lujo o medicinas, tráfico de personas y la piratería (sí, la que secuestra barcos) conforman una parte importante de la economía mundial y requiere conectarse con el comercio y la economía lícitos para su funcionamiento. Su expresión local se manifiesta en narcomenudeo, comercio informal de falsificaciones, extorsión, robo de mercancías, asalto en casa habitación, en vía pública y, por supuesto, secuestros, homicidios y feminicidios… sin que haya desaparecido el terrorismo, el espionaje internacional económico o de guerra (lo que mantiene vigente la cooperación internacional y a la contra inteligencia).
Si algo pone en peligro la vida institucional y democrática, la convivencia pacífica y el ejercicio de nuestras libertades, lo constituye la delincuencia organizada, sus manifestaciones de violencia y su penetración territorial e institucional. ¿Cuándo imaginamos que fortalecer y enfocar los servicios de inteligencia –respetando los derechos humanos– puede contribuir a defender la democracia y hacer fuerte al Estado?
Lectura sugerida: Ilícito. Cómo traficantes, contrabandistas y piratas están cambiando el mundo. Moisés Naím. Debate
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