Estados Unidos tiene una práctica electoral que me parece envidiable: las personas y los medios de comunicación hacen, a menudo, público su respaldo a un candidato.
Ya sabemos que The New York Times y The Washington Post apoyan a la candidata demócrata, Kamala Harris. Y que Fox News está más que comprometido con el republicano Donald Trump. Pero el hecho de que se escriba un editorial institucional explicando las razones de su apoyo ventila y transparenta la posición del medio o persona en cuestión.
En aras de transparencia, trabajo en Estados Unidos como profesor de la Universidad de California. Soy residente legal pero aún no tengo la nacionalidad. Es decir, no puedo votar.
Tengo décadas de seguir las elecciones en Estados Unidos y comentarlas. Me apasionó la política estadounidense desde que estudié en los 1980 mi maestría en políticas públicas en la Universidad de Texas, en Austin. Ahora que resido en Estados Unidos, no sólo tomo en cuenta las implicaciones de la elección para México, sino también cómo el nuevo gobierno afectará a mi familia y a mí.
No podría votar por Donald Trump porque incentiva el racismo que subyace en este país. El trumpismo ha abierto el telón a la discriminación directa y ha empoderado a los supremacistas blancos. La red consular mexicana en Estados Unidos y la Liga Antidifamación judía, entre otros, han evidenciado cómo los crímenes de odio han ido a la par del crecimiento del movimiento encabezado por Trump, Haz a Estados Unidos Grande Otra Vez (MAGA, por sus siglas en inglés), es decir, una tendencia populista y nacionalista.
El candidato republicano, asesorado por el genio tenebroso Steven Miller, ha insistido en destacar los crímenes de los migrantes. Desde luego, algunos migrantes cometen crímenes. Pero los hacen parecer como asesinos y violadores rapaces, “México y Centroamérica vienen a delinquir”, “mandan a lo peor”, “se comen a los perros y gatos”.
Estos ataques han logrado que la imagen del migrante esté en uno de sus peores momentos en la historia del país.¹ Más aún, están acabando con el alma migrante de Estados Unidos, que había sabido, como ningún otro país, fortalecerse por su tolerancia y asimilación de quienes venimos de afuera.
Segundo, no podría votar por Donald Trump porque, de regresar a la Casa Blanca, hay altas probabilidades de que acabe con la democracia. A diferencia del estoico George Washington, el primer presidente de Estados Unidos, quien decidió por el bien del naciente país irse a descansar a su casa y no buscar una tercera reelección, Trump no reconoció el triunfo de Biden y ha repetido hasta el cansancio, “si no llego, habrá sangre”.² Incluso, califica a los prisioneros de la insurrección del Capitolio de héroes y se ha comprometido a perdonarlos una vez que sea presidente.
Preocupa enormemente que la Corte Suprema de Justicia en un laudo del pasado julio haya decidido que los presidentes no pueden ser enjuiciados por delitos que cometen.³ La actual Corte Suprema, politizada por los tres nombramientos de jueces archiconservadores logrados por Trump, decidió dar carpetazo a decenas de acusaciones pendientes al expresidente y le eximió de todos los crímenes.⁴
No nos equivoquemos. La nueva versión de Trump en la Casa Blanca será mucho más peligrosa. Lo ha dicho con claridad. Seré dictador, aunque sólo por un día, para poner orden en la frontera con México.⁵ Ya sabe de lo que se trata y nombrará a puros “sí, señor presidente”.
Finalmente, no podría votar por el magnate de los bienes raíces porque pondrá la estocada final a la Pax Americana, es decir, al extraordinario periodo que inicia después de la Segunda Guerra y que empieza a menguar aceleradamente ante la invasión de Rusia a Ucrania en 2022.
Durante la hegemonía estadounidense, con el entramado de instituciones globales y regionales como la ONU, la OTAN y los bancos de desarrollo (el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo), y, desde luego, al cuidado del Pentágono, se han vivido casi ocho décadas de desarrollo y prosperidad sin precedentes, no exentas de contradicciones.
Trump lidera la implosión del consenso estadounidense en seguridad nacional. Ataca a sus aliados tradicionales –la Unión Europea y la OTAN– y empodera a sus enemigos.
Admira a los dictadores de Rusia, Vladímir Putin, y de China, Xi Jinping, pues anhela ser ellos y poder controlar a la prensa y evitar los pesos y contrapesos de la división de poderes.
No descarto que veamos actos violentos e insurrecciones en Estados Unidos, sobre todo si la elección se cierra mucho. Hay un claro responsable de esto y se llama Donald Trump.
¹ Karma, Rogé (2024, 9 de octubre). The Most Dramatic Shift in U.S. Public Opinion. The Atlantic. https://www.theatlantic.com/politics/archive/2024/10/immigration-public-opinion-reversal/680196/
² Blake, Aaron (2024, 9 de septiembre). Trump reiterates: There will be blood. The Washington Post. https://www.washingtonpost.com/politics/2024/09/09/trump-reiterates-there-will-be-blood/
³ ACLU (2024, 1 de julio). Supreme Court Grants Trump Broad Immunity for Official Acts, Placing Presidents Above the Law (Comunicado de prensa). https://www.aclu.org/press-releases/supreme-court-grants-trump-broad-immunity-for-official-acts-placing-presidents-above-the-law
⁴ Graham, David A. (2024, 13 de septiembre). The Cases Against Trump: A Guide. The Atlantic. https://www.theatlantic.com/ideas/archive/2024/09/donald-trump-legal-cases-charges/675531/
⁵ Colvin, Jill y Bill Barrow (2023, 7 de diciembre). Trump’s vow to only be a dictator on ‘day one’ follows growing worry over his authoritarian rhetoric. AP News. https://apnews.com/article/trump-hannity-dictator-authoritarian-presidential-election-f27e7e9d7c13fabbe3ae7dd7f1235c72
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