Entre huracanes, presupuestos y lluvias de promesas​

En 2024, México vuelve a ser el blanco favorito de los huracanes. La llegada del huracán John no solo dejo daños materiales por mas de 30 mil millones de pesos según datos de Abelina López, alcaldesa de Acapulco, sino que trajo consigo una vez mas la misma vieja discusión: ¿quién paga los platos rotos? La respuesta corta: los de siempre, aunque esta vez sin el Fideicomiso Fondo de Desastres Naturales (FONDEN) para amortiguar el golpe. Con el fideicomiso oficialmente desaparecido desde 2021, enfrentamos un escenario en el que no solo estamos expuestos al embate de la naturaleza, sino también al de nuestras propias decisiones económicas. Pero vamos a ver qué se puede hacer con lo que queda, recordemos que la ciudad costera se encontraba en plena recuperación del huracán Otis.

El costo económico

Los primeros informes del Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) indican que el huracán John ha destruido más de 50 mil viviendas afectando también 20 mil hectáreas de cultivos, lo que generará pérdidas adicionales en el sector agrícola por cerca de 5 mil millones de pesos. El impacto en infraestructura pública (carreteras, puentes y redes de energía) supera los 12 mil millones de pesos, pero esto es solo el comienzo, porque los meteorólogos ya pronostican una temporada de huracanes particularmente activa. ¿Cuánto mas se puede perder? Con al menos tres huracanes de igual o mayor intensidad en el horizonte, uno de los que ya toco tierra es el huracán Milton categoría 5 que todavía no se ha determinado el costo, pero se pronostica que en conjunto podría superar los 50 mil millones de pesos al cierre del año. Y el asunto es que ya no hay FONDEN. Desde su desaparición, el gobierno ha optado por una serie de “alternativas” que parecen tan infames como una sombrilla en medio del huracán.

Ahora dependemos de los aseguramientos catastróficos y los fideicomisos estatales de emergencia, los cuales, dicho sea de paso, no han sido suficientes ni eficaces en cubrir el 100% de los daños. Los estados más afectados terminan dependiendo de la burocracia federal para acceder a recursos y la ayuda internacional como los fondos del Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), vienen con condiciones que nos hacen sentir mas afectados que la propia catástrofe.

Para exponer el panorama según datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), México cuenta con menos del 0.4% del PIB reservado para emergencias naturales, muy por debajo del promedio latinoamericano que ronda el 1.5%; la contratación de seguro representa solo un 30% de la cobertura total, dejando al resto del país expuesto a improvisaciones presupuestarias en plena crisis.

Pero no todo está perdido. Aunque el FONDEN ya no existe, hay soluciones creativas que podríamos implementar para no quedar al borde del naufrago económico, en mi opinión creo que es momento de una reflexión y siendo que esta de moda la creación de “reformas” se podría proponer un fondo que a diferencia del FONDEN este pueda incluir un impuesto progresivo a las industrias mas contaminantes, bajo el principio de que quien contamina paga. Además, se podría establecer una cooperación público-privada, en la que grandes empresas particularmente aquellas con operaciones en zonas de riesgo (costas) contribuyan de forma más directa que, en teoría serían los más interesados en su pronta reconstrucción.

Por otro lado, para aumentar el nivel de contratación de seguros se podría proponer una reforma más estructural donde se podría motivar la contratación de seguros climáticos obligatorios, con el gobierno federal subsidiando una parte de las primas para los municipios mas vulnerables. Esta reforma podría disminuir la carga económica al gobierno central y descentralizar la responsabilidad de la gestión de riesgos.

Otra propuesta en un sentido más utópico seria involucrar a los ciudadanos, se podría crear un fondo voluntario al que los ciudadanos puedan contribuir, con incentivos fiscales y bonos de ahorro, destinados a la reconstrucción tras desastres naturales, la situación ante esta última propuesta es que también se depende de nivel de institucionalismo que se tenga en la sociedad

Lo que nos queda claro después de todo este desfile de cifras y huracanes es que los fondos de emergencia en México son más teóricos que prácticos. Entre el extinto FONDEN, los seguros de emergencia y las promesas políticas, parece que el único viento que sopla es el de la incertidumbre.

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