La naquez siempre es inseguridad psicológica. En política —y en periodismo también: sirva este artículo de merecida autocrítica— a la persona acomplejada se le identifica fácilmente cuando se las da de especialista en asuntos internacionales y, sobre todo, cuando busca cualquier pretexto para acercarse a la clase empresarial.
“¡Qué acomplejado Marcelo Ebrard!”, pensé ayer cuando, buscando información sobre el llamado consejo coordinador empresarial de la presidenta Claudia Sheinbaum, me topé con una nota del diario El Economista: “Ebrard creará un consejo empresarial al interior de la Secretaría de Economía”. Órale.
Ebrard hará lo anterior por inseguro, sí, pero también por grillo y por otro de sus complejos, sentirse superior a cualquiera.
Acomplejado, Marcelo tiene malas sensaciones sobre su relación con la presidenta. Me parece que sus sensaciones son correctas: difícilmente estará en el corazón de Claudia después de haberla acusado de tramposa en la elección interna de Morena. Entonces, Ebrard se sabe débil. Entiende que llegó a su actual cargo por acuerdos políticos tan resistentes o tan quebradizos como lo determine la percepción de la hoy gobernante de México. Así las cosas, Marcelo desea fortalecer su posición en el segundo piso de la 4T por la vía de construir alianzas con el poder económico, que a él lo apantalla, pero creo que a Sheinbaum no tanto.
Doblemente acomplejado, Marcelo Ebrard anuncia que tendrá la misma estructura que su jefa —su propio consejo empresarial— porque él no es menos que nadie: inclusive se percibe a sí mismo como superior al resto de la humanidad. Que lo sepan los hombres y las mujeres de negocios: Ebrard es bien chingón.
Más allá de su inestabilidad emocional, algo que Marcelo sí hace con absoluta frialdad y profesionalismo es grillar. En este caso contra una mujer que le estorba, la empresaria Altagracia Gómez Sierra, a quien la presidenta Sheinbaum le dio la responsabilidad de coordinar al sector empresarial cuando Sheinbaum desee diálogos con quienes poseen la mayor parte del dinero en nuestro país. Por cierto, Altagracia aceptó ejercer tal obligación sin sueldo ni puesto en ningún organigrama: lo hace solo por ganas de ayudar, y eso solo puede ser positivo.
No por nada, al mismo tiempo que el anuncio de Ebrard de que tendrá su propio grupo de empresarios y empresarias, en los medios reaparecieron las injustas críticas que la joven Altagracia (32 años de edad) ha recibido desde que se le empezó a ver al lado de Claudia: que ella es salinista. La acusación la han lanzado columnistas desde hace años identificados con Marcelo porque el padre de la colaboradora de la presidenta, hombre de negocios importante en Jalisco, tuvo algún tipo de cercanía con el equipo de Carlos Salinas cuando este gobernó México.
No solo el padre de Altagracia se llevaba bien con Salinas: todas las personas relevantes en el mundo de los negocios procuraban apoyarlo cuando despachaba en Los Pinos, tal como han apoyado a todos los presidentes que han tratado. Alguien que dirige grandes empresas, con cientos o miles de trabajadores, sería irresponsable si peleara con el gobierno.
Un apunte al margen: Cuando Salinas llegó a la presidencia, Altagracia no había nacido, y cuando ese tiparraco se fue dejándole espantoso tiradero a su sucesor, Ernesto Zedillo, ella tenía dos años de edad. Así que muy salinista no podría ser la coordinadora empresarial de la presidenta Sheinbaum.
Ahora una respuesta a quienes se pregunten si hay alguien verdaderamente cercano a Carlos Salinas en el gabinete de Claudia Sheinbaum. Claro que sí: se llama Marcelo Ebrard. En 1989 fue director en el Departamento del Distrito Federal, después encabezó el PRI capitalino, más tarde se le nombró secretario general de Gobierno del DF y al final de aquel sexenio tuvo el puesto de subsecretario de Relaciones Exteriores. Todo ese currículum fue posible gracias a que Carlos Salinas lo autorizó.
Otra de Ebrard. En el evento en el que anunció que tendrá su propio comité empresarial dijo —cito al diario Reforma— que México necesita inversión privada en materia energética. Sobre el tema se aventó todo un rollo —”discurso largo, pesado y aburrido”: RAE— que por formas políticas quizá más bien debería expresarlo la secretaria de Energía, Luz Elena González, ya que esta mujer seguramente estará más en la línea ideológica de la presidenta Sheinbaum. Conste, Claudia de ninguna manera rechaza las inversiones privadas en electricidad o petróleo, pero invariablemente subraya que la rectoría en el sector la tiene el Estado.
Por lo demás, aclaro que no fue del todo malo el rollo de Ebrard: solo creo que no le correspondía y que, ni hablar —al menos en la nota de Reforma—, se percibió demasiado neoliberal, casi una copia de las declaraciones que hacía el sexenio antepasado el economista ortodoxo Luis Videgaray.
Si le llegan a preguntar en la mañanera, por elemental conveniencia política Claudia justificará a Marcelo —la presidenta no va a descalificar a su colaborador, no en público, no tan pronto—, pero obviamente lo que Ebrard hizo no está ni puede estar bien.
¿Que Marcelo tenga su propio comité empresarial como el de Sheinbaum? Tan absurdo como que Omar García Harfuch creara en Seguridad Ciudadana una comisión contra los riesgos sanitarios; o a que la secretaria de Medio Ambiente, Alicia Bárcena, tuviera una gerencia para editar libros de texto gratuitos…, o que la secretaria de Energía, Luz Elena González, abriera en el helipuerto de la de Torre de Pemex una sucursal del Museo de Antropología.
En fin, Altagracia Gómez y Claudia Sheinbaum no han anunciado los nombres de quienes integrarán el consejo asesor empresarial de la presidenta. En cuanto se conozcan, preguntaremos a la gente su opinión acerca de ese grupo. Lo haremos en el contexto del tracking diario ClaudiaMetrics. Si en democracia el pueblo manda, que el pueblo hable.
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