Una joven encerrada en un frigorífico de esos que usan las tiendas minoristas para mantener frías las cervezas. La joven tiene la vista baja, el rostro moreno cansado, aunque dibuja una tímida sonrisa. Los brazos, delgados, extendidos hacia los lados del marco de la puerta del frigo, como si quisiera romper el cristal, liberarse. Lleva una camisa roja que es el uniforme de la cadena para la que trabaja, un enorme consorcio del Estado de Nuevo León, al norte de México, una de las principales regiones industriales del país. La fotografía es denuncia, un llamado de atención: miles de jóvenes pasan horas encerrados en empleos precarios, gastándose la vida para ganar un poco de dinero que ayude a continuar los estudios o llevar comida a casa, pero siempre deben estar sonrientes. Esta pieza forma parte de una potente exposición titulada Nuevo León: El futuro no está escrito, con la que el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO) intenta explorar lo complejo que es vivir en una ciudad industrializada que se expande y crece en una tensión permanente entre la modernidad y sus problemas sociales.
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