Celebraremos el próximo sábado, 12 de octubre, 532 años del descubrimiento de América por parte del genovés Cristóbal Colón. Más que un descubrimiento, fue el encuentro de dos mundos, dos civilizaciones, religiones, creencias, gobiernos y más.
En México le llamamos Día de la Raza, precisamente porque en ese encuentro comenzó a fraguarse una nueva raza: la mestiza, el resultado de los embarazos entre las indias de distintas civilizaciones y los hombres que llegaron desde Europa, que en ese momento no eran españoles porque el país no estaba conformado sino por reinos.
En España celebran el 12 de octubre como día de la hispanidad; si bien lo que fue en otra época uno de los imperios más grandes y poderosos del mundo con colonias prácticamente en todo el planeta, hoy celebra el que su cultura haya sido abrazada por los territorios que con el tiempo lograron su independencia y que en la mayoría de los casos existe una cordial relación entre los pueblos, políticos aparte.
Innumerables son las aportaciones de América al mundo en aquel encuentro: café, tabaco, papa, frijoles, maíz, cacao, cacahuate, diversos frutos, etcétera. Desde el otro lado del Atlántico llegó el arroz, cebada, trigo, caña de azúcar y en cuestión de animales, sin duda, los de mayor relevancia: el caballo y el toro bravo. Obviamente, estas aportaciones llegaron de manera escalonada en las distintas expediciones que, una vez encontrada la ruta, se hicieron de Europa para América.
Independientemente de los intercambios de producto, el contacto entre personas fue lo que generó el nacimiento de una civilización que hoy puebla América. Religión, gobierno, cultura, arte, gastronomía, en esencia una forma de ser.
Nuestra independencia se obtuvo gracias a españoles y mestizos que entendieron hace más de 200 años que México debía ser una nación independiente y soberana. Desde entonces hemos transitado un camino no exento de tropiezos, pero siempre impulsados por el alma de un pueblo (entiéndase pueblo como todos los mexicanos). Somos un país principalmente religioso, cuya idiosincrasia tiene valores importantes, pero también posee ramas de las que algunos se cuelgan para justificar sus incapacidades.
El pasado domingo estuve por la bella San Miguel de Allende, Guanajuato, estado pujante, estandarte de nuestra libertad. Se celebró una hermosa procesión religiosa con San Miguel, que sale en procesión de su iglesia a recorrer las hermosas calles coloniales, acompañado por grupos de indígenas de distintos pueblos ataviados como lo hicieran hace cinco siglos. Una belleza cultural inenarrable, sincretismo absoluto de lo que somos, dejando a turistas gringos, asiáticos y europeos con la boca abierta y que a nosotros los mexicanos nos conmovió el alma.
Dejemos de buscar pretextos para nuestros males superiores; México es la fusión de dos culturas que hace cinco siglos dieron luz a una civilización maravillosa y que hace poco más de 200 años, de manera independiente, comenzaron a escribir su historia. Relato que hoy toca a nosotros. Hagámoslo con orgullo de lo que somos, de donde venimos.
Dos de las actividades culturales más importantes y trascendentes de este país provienen de este maravilloso encuentro: la tauromaquia y la charrería. Imposible comprender y disfrutar a México sin abrazar estas dos actividades que a su alrededor generan comunidad, bienestar, empleo y orgullo.
En la plaza de toros Las Ventas de Madrid, el próximo sábado, 12 de octubre, al medio día actuarán en la gran final del certamen de novilladas sin caballos “Camino hacia Las Ventas”, dos mexicanos, el tlaxcalteca Juan Pablo Ibarra y el chihuahuense López Ortega, quienes alternarán con Rafael de la Cueva ante novillos de Lorenzo Rodríguez Espioja. Símbolo inequívoco de que México es taurino y que la hispanidad representa lo que somos, con orgullo hay que decirlo y vivirlo.
Varios festejos interesantes el fin de semana, en Monterrey, el domingo 13 a las 4:30 pm, con el español Juan Ortega, Armillita IV y Diego San Román ante toros de Xajay. En Pachuca, también el domingo, Fauro Aloi, el Zapata, Arturo Saldívar y Arturo Gilio, ante ocho toros de Marrón.
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