No vemos cómo Martí Batres pueda tener una gestión exitosa en el ISSSTE, si lo suyo no es salvar a organismos públicos que van camino a la desaparición por administraciones fallidas; lo suyo, por antonomasia, es ser un porro para aniquilar a instituciones y la democracia con triquiñuelas y chapucerías.
Los burócratas deben estar preocupados por la precaria situación que se vive en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) y ahora más con el nombramiento de Martí Batres como director general, toda vez que si ya este instituto enfrenta una crisis por la falta de recursos públicos para modernizar sus instalaciones y abatir el desabasto de medicamentos e insumos médicos, además de padecer el embate de la corrupción solapada por los directores que hubo en el pasado sexenio de AMLO, como Bertha Alcalde y Pedro Zenteno, con la llegada del exjefe del Gobierno capitalino, pues las cosas se recrudecen.
Todas las prestaciones y las pensiones del ISSSTE están en riesgo, ante la precariedad de las finanzas públicas de este organismo.
De porro a funcionario público, así podríamos calificar la trayectoria de Batres, que es la misma de muchos prominentes miembros de la autollamada 4T, que hicieron de la protesta su modus vivendi, hasta cobijarse en un partido político que constituyeron para enquistarse en el poder.
Cierto, conocedores de los entretelones de la compra de votos y la conformación de grupos clientelares que, debidamente “aceitados”, participan en movilizaciones, promotores del voto e incluso, ya con los recursos públicos, se tornan en especialistas para ganar elecciones, tal como ocurrió en las pasadas elecciones.
Martí Batres tendrá méritos suficientes para ser un buen operador político, en virtud de sus capacidades para establecer toda una estructura clientelar que le permita cometer todo tipo de tropelías electorales para alcanzar el máximo objetivo de mantener el poder, sin importar los medios, o incluso con pisar y pasar por encima de sus propios correligionarios.
Este personaje representa el ala dura del morenismo, o los “puros”, como gusta que se les llame a los fundadores de Morena, que se han apropiado del derecho de propiedad sobre Morena, sin considerar otros liderazgos que existen en ese partido, como el de la misma presidenta Claudia Sheinbaum.
Muchos de esos “puros” fueron nombrados o ratificados en el nuevo gobierno, merced a sus servicios prestados a la causa de mantener el poder, y ello, de suyo, representa un gran mérito que conlleva seguir “mamando de las ubres del presupuesto público”.
Los logros en la tarea encomendada como servidor público no importan, como es el caso, lo relevante es servir a la causa con cuestionables victorias electorales que se alcanzaron mediante la judicialización de persecuciones políticas o el desvío de recursos públicos para disponer del cash suficiente para las jornadas electorales.
El balance de su gestión al frente del gobierno capitalino es negativo y, de hecho, compromete la gestión de Clara Brugada, al dejar varios conflictos en puerta por la ineficiencia e ineficacia, como las crisis hídrica, ambiental, de seguridad pública, infraestructura urbana, transporte público, movilidad, vivienda, salud y, desde luego, por el retraso en el crecimiento económico de la metrópoli.
El 92 por ciento de los delitos que ocurren en la CDMX no se denuncian y los que se hacen son “muy tortuosos por instrucciones superiores” para desalentar a los denunciantes.
Mención aparte merece el Metro, que por más simulaciones que se hicieron en el ejercicio del gasto para el mantenimiento mayor, pues la verdad, todo fue mentira, ya que tan solo basta usar el servicio para darse cuenta de las condiciones en las que está la columna vertebral del transporte público.
El mito de la universalidad de los programas sociales está basado en sentido directo con la viabilidad de las finanzas públicas, y tal como ocurre a nivel federal, sucede en las entidades federativas gobernadas por Morena; el fondeo de los programas sociales acarrea serios problemas para mantener las finanzas sanas del gobierno y como están ahora, luego de un sexenio perdido en la materia, se presenta un déficit fiscal que pone al gobierno contra la pared.
Las banderas esgrimidas por el gobierno de Martí Batres en el sentido de convertir a la capital del país en una ciudad de libertades y de no represión solo quedaron en el discurso, ya que un izquierdista reprimido se convierte en un remedo de dictador cuando llega al poder porque se encarga de aniquilar a sus adversarios políticos por todas las vías institucionales y con el garrote en la mano.
Deja una ciudad menos segura en manos de los delincuentes, en donde el derecho de piso, los feminicidios, asaltos, desapariciones, homicidios y violaciones son una constante.
La fiscalía y los ministerios públicos están podridos por la corrupción y la impunidad, en los que se ratifica la máxima popular de que las cárceles están llenas de pobres.
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