Una forma de observar la situación contemporánea en el escenario nacional, pero no solo acá, es a partir del contraste conceptual entre estado liberal o neoburgués y estado neopopular e intercultural.
El estado neoburgués se respalda en una constitución liberal en la que prevalecen los derechos fundamentales, de naturaleza individual y personalísimos, frente a los derechos de los sectores, grupos y comunidades que se encuentran en desventaja social.
El constitucionalismo liberal, no necesariamente neoconstitucionalista tipo el garantismo jurídico de Ferrajoli o incluso el principialismo constitucional y convencional tipo Dworkin o Alexy, instaura una estructura jurídica con los típicos cinco pilares que favorecen a las fuerzas del mercado: derechos individuales preexistentes o intangibles supra constitucionales, división de poderes rígida, pluralismo y justicia constitucional.
Sobre esas bases, en primera y última instancia, protege a las personas individuales y a las empresas en un entorno de competencia y productividad que se supone que reparte beneficios a quien se interese en ellos.
El modelo muestra ventajas pues activa la autonomía y la iniciativa individual, el deseo de aprender y emprender, competir y realizar un plan de vida con recursos o poder
Su problema es que convierte a los más capaces en una clase privilegiada que capta los instrumentos económicos, políticos, sociales y culturales para operar bajo condiciones que le aseguren reproducir y ampliar el modelo.
Desde luego, si en sociedades más industrializadas y homogéneas produce daños severos a la estructura social y agudiza la desigualdad y sus plagas asociadas: desconfianza, pobreza o violencia, delincuencia, mal ambiente y hasta terrorismo, en las sociedades codependientes y menos poderosas, como Mexico, llegado a un cierto punto rompe el tejido social y cultural y arriesga la viabilidad del propio estado.
En tales condiciones, los liderazgos críticos de aquel modelo aceleran y radicalizan su acción política, aprovechan el descontento de la mayoría y acceden al control de lss palancas del estado para transformarlo de neo liberal burgués en neopopular.
Empero, al hacerlo se siembran las semillas de una nueva sintesis.
La obra es monumental y complejísima.
Inicia con el desmontaje o destrucción creativa de las instituciones clave del arreglo político previo, en particular las fuentes de financiamiento (Aeropuerto, evasión fiscal, prioridades presupuestales y hasta economías informales); sigue con la reconcentración de poder en la presidencia de la república (suprimir o modificar órganos de garantía, como el INAI y otros); y una realineación de los poderes públicos y actores relevantes centrales para facilitar la tarea de deconstrucción y reconstrucción.
El estado popular funda su legitimidad en el apoyo directo de las masas sociales y de votantes excluidos o discriminados por el estado neoliberal o neo-burgués
Tiene que vincular a la esfera pública y a la participación efectiva a la mayoría popular y de pueblos originarios, afrodescendientes, mujeres y diversas minorías para sostenerse y avanzar hacia el propósito de propiciar condiciones más iguales y justas mediante la cooperación competitiva y la acción común, que son rasgos más propios de los colectivos de base y movimientos sociales que de las personas de clases medias o altas.
Como el estado neoburgués, el estado neopopular no es nada nuevo y en sus reediciones enfrenta grandes retos.
Quizás el mas grande sea su financiamiento pues para aceitar sus resortes y plataformas políticas es indispensable alimentarlas con fuertes y amplias políticas sociales. Otras cuestiones, como el aparato partidario, de propaganda o la educación no son menos retadoras pues se exige habilidad y consistencia en la continuidad de un esfuerzo de tal magnitud.
En un país codependiente de los centros internacionales aventajados el ideal máximo de un estado popular: la desconexión y la soberanía extrema representa un paso que puede ser tan exitoso (China) como fatal (Algunos países de África o Nicaragua hoy).
Dadas sus peculiares condiciones geoestratégicas y sus propias tradiciones históricas internas, el caso de México podría inaugurar o reeditar en las condiciones del siglo XXI una vía intermedia, más pragmática que dogmática o radical, sin descartar opción alguna.
Emmanuel Wallerstein, respetado sociólogo e intelectual global, dejó escrito en su testamento que el sistema capitalista mundial formado desde el Renacimiento europeo y que arrastró y vinculó a casi todas las regiones del planeta ha llegado a su fin.
La configuración que se está formando es algo muy distinto a lo conocido hasta ahora.
Guardo la convicción de que sepamos interpretar las nuevas lecturas que estamos reescribiendo y México se ubique lo mejor posible en esa cambiante constelación con un estado y sociedad más fuertes, mejores capacidades y defensas, igualdad, libertad y justicia. Dignidad e integridad.
Si hemos sido capaces como muy pocos países del planeta, en elegir a una mujer, la Dra. Claudia Sheinbaum, para conducir los esfuerzos colectivos en los próximos seis años, debemos serlo para cambiar con responsabilidad hacia una síntesis que coseche lo mejor del estado neoliberal y el estado neopopular, entre nosotros, necesariamente, intercultural, paritario, emanicpatorio.
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