Yo también soy ama de casa​

Recuerdo cuando Enrique Peña Nieto, aún sin ser presidente, fue objeto de burlas y recriminaciones por no saber el precio de algunos productos de la canasta básica.

“No soy la señora de la casa. Cuesta entre 7 u 8 pesos”, respondió sobre el precio del kilo de tortilla. El hashtag #nosoylaseñoradelacasa de inmediato se colocó  como Trend Topic en Twitter, ahora X, pues los internautas no dejaron pasar de largo el comentario machista del también ex gobernador del Estado de México.

Y es que en nuestro país, pese a lo mucho que hemos evolucionado en temas de paridad de género y tenemos a una mujer en la presidencia, el término ama de casa, o señora de la casa, sigue teniendo una connotación peyorativa y lo doméstico sigue siendo poco o nada valorado, pese a que es ahí, en lo doméstico, en el seno del hogar, donde las mujeres nos la rifamos para sacar adelante a los hijos e hijas.

En dictionary.com leí la siguiente definición de la frase, que me parece muy adecuada:

La mayoría de las personas, casadas o solteras, consideran que el término ama de casa es perfectamente aceptable . Pero a veces se percibe como insultante, tal vez porque implica un estatus inferior (“Ella es solo una ama de casa”) o porque define una ocupación en términos de la relación de una mujer con un hombre.

Al decir “ella es solamente ama de casa” el adverbio solamente nos remite a algo inferior, que demerita otras labores de las mujeres y su capacidad la delega solo al hogar.

En los inicios de la humanidad, cuando se vivía de la caza y la pesca, en efecto las mujeres “solamente” estaban a cargo de la prole, de cocinar lo que el varón llevaba para la alimentación. No hablemos de labores domésticas propiamente; la modernidad nos hace pensar en forma inmediata en una casa o departamento cómodamente amueblados, con horno de microondas y freidora eléctrica.  Los orígenes de la humanidad, la propiedad privada y la familia,  fueron complicados, y no me detendré en términos sociológicos que definen el origen de las civilizaciones. Lo cierto es que desde que el hombre y la mujer habitaron el planeta Tierra el papel de la mujer es fundamental para el desarrollo de la sociedad y la familia, tanto que sin su aportación no habría economía, ni buenas crianzas, ni enormes capitales que en un inicio formaron los hombres.

Una tía mía dejó sus estudios universitarios para criar a sus cuatro hijos, una con una discapacidad terrible que la mantuvo 22 años postrada en una cama y a la cual mi tía cuidó hasta que la niña murió. Mi tío se dedicó a los negocios y a trabajar en una universidad privada que le daba muy buen salario, pero cuando llegó el momento de la jubilación ella lo acompañó a retirar los fondos y le dijo: “De esto, la mitad es mío, porque trabajé incansablemente en casa para cuidar a nuestros hijos y para que tú pudieras tener los recursos que ahora tienes y que son de ambos”. Y pues sí, le quitó la lana y se fue de viaje con un grupo de amigas, para disfrutar de un patrimonio que ella contribuyó a formar.

Comento este episodio familiar, que causó la indignación de algunos parientes quejosos y metiches, pero también el aplauso de otros, especialmente mujeres, que la apoyamos por tal “osadía”.

En junio pasado el actor y comediante  Rafael Inclán, dijo que los mexicanos “vamos a tener ama de casa por seis años”. Esta terrible falta de respeto a nuestra hoy presidenta enojó a los cibernautas y algunos incluso dijeron que Inclán  cometía violencia política de género contra Claudia Sheinbaum, quien por cierto respondió el pasado viernes en su conferencia mañanera: “Lo que me parece más lamentable es que se utilice ‘ama de casa’ como algo peyorativo. Yo soy presidenta, abuela, mamá y ama de casa y con orgullo”.

En redes sociales a la doctora Sheinbaum se le ha dado atacado mucho con términos ofensivos y terriblemente discriminatorios, haciendo referencia a las trabajadoras domésticas, que son tan necesarias también para el crecimiento de una nación, lo mismo que aquellas que cumplen esas funciones sin recibir salario, pues  aportan 2.6 veces más valor económico que los hombres por el tiempo que dedican a estas labores durante un año.

Y ni hablar de las que además de ocuparse del hogar y los hijos salen a  trabajar y son el sostén de la familia.

Me da gusto que la doctora Sheinbaum haya puesto en su lugar a Rafael Inclán y estoy segura que no será el primero al que le tenga que aclarar que las mujeres, profesionistas, amas de casa, madres, merecemos respeto, más en un país en el que justamente la discriminación y los malos tratos llegan a desencadenar en actos de violencia feminicida.

Ojalá Rafael Inclán, quien nació de una mujer y seguramente fue criado por una mujer, tenga el valor de ofrecer disculpas a la presidenta y no solo a ella, a todas las mexicanas que nos sentimos ofendidas por sus comentarios machistas y fuera de lugar.

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