‘México, potencia beisbolera y un productor de grandes jugadores’​

Miguel Ángel Guzmán nació en León, Guanajuato, el 23 de agosto de 1995. Todavía no caminaba cuando volvió con su familia a Arandas, Jalisco, la tierra de su padre. Francisco Guzmán, dueño de una tortillería de nixtamal, veía pasar todos los días a un vecino de Miguelito listo para su entrenamiento de beisbol. Le gustaba su uniforme. Quería que su hijo se vistiera igual. “Algo traía también yo en la sangre porque mi mamá es nayarita”, dice el pelotero.

Desde que tenía seis años, su padre lo llevaba a los entrenamientos en una pequeña liga con cuatro equipos. A los 11, le contrató a un entrenador –al exjugador Tomás Villacetín– y le hizo una jaula de bateo en su casa. “Él nos exigía que, cada quien en lo suyo, fuéramos el mejor”.

Guzmán jugó en Arandas hasta los 16 años, cuando Óscar Romero lo llevó a la Academia de Monterrey y firmó con Acereros de Monclova. Poco después representó a Jalisco en la selección y repitió los siguientes tres años. “Entonces yo todavía no pensaba en el beisbol profesional. Mi papá tampoco. El único que lo pensaba era mi entrenador, porque era el único que realmente conocía el deporte”, cuenta.

-¿Entonces cuál era tu plan?

-En esa edad nosotros no tenemos un plan. El que te da el plan es el padre y creo que lo que pensaba mi papá era que yo estudiara y que fuera bueno en el beisbol simplemente. Quería que hiciéramos deporte para sacarnos de los vicios, del alcohol, de las drogas. El deporte era una distracción para nosotros.

Guzmán empezó a jugar en Guadalajara y después en Zapopan y a presentarse en varios tryouts. Fue a muchos y nunca lo firmaron, hasta que, en 2011, Óscar Romero (exjugador profesional y gerente deportivo), que estaba en Lagos de Moreno en los Juegos Panamericanos, lo llevó a Monterrey. Le pidió a su padre: “Papá, deme un año a mí para jugar beisbol profesional. Si no llego, me regreso a estudiar. Mi mamá no quería, porque es maestra. Pero mi papá firmó, me acomodó mis maletas y me dejó en Tepatitlán. De ahí llegué a la Academia de Monterrey con Acereros de Monclova. Acababa de cumplir 16 años”.

Aunque la organización no lo obligó a estudiar, Miguel Guzmán terminó la preparatoria a distancia. En Monterrey, entrenó de manera mucho más ordenada y focalizada. Bateaba en las mañanas, cachaba, jugaba partidos, iba al gimnasio, doce horas de entrenamiento diario. “Era una preparación muy rigurosa a la que yo no estaba acostumbrado”, dice.

Guzmán debutó como profesional con Acereros de Monclova en 2013, tras dos años de preparación en la academia. En los inviernos, lo hizo en Santiago, Nayarit, en la Liga del Noroeste, a partir del mismo año.

Jugó también en la Liga Norte de México (que se jugaba en Baja California y Sonora), que era entonces la sucursal más fuerte de México para pasar a la Liga Mexicana. Ahí permaneció en 2014, 2015 y 2016, años que no logró quedarse en la Liga Mexicana. Hasta que lo recibieron los Pericos de Puebla. “No me dieron la oportunidad que necesitaba. Me metían a la defensiva, me mandaban al short. Siete años me aventé así”. Hasta que en 2017 llegó a Pericos de Puebla el mánager Enrique Che Reyes y prueba a jugadores jóvenes. “Para 2019, ya jugaba tres o cuatro juegos a la semana”.

Guzmán había tenido un gran año, pero antes del final de la temporada se lesionó el hombro. “Justo cuando despuntaba mi carrera, voy otra vez para abajo”. Y después, la pandemia. En 2020, cuando “Miguelito” pensaba que tendría que retirarse, recibió una invitación que había deseado por mucho tiempo, para ir en la pretemporada y buscar un lugar con los Algodoneros de Guasave. “Sí batallaba porque no podía tirar. Lo único que me defendía era mi bateo porque no podía tirar. No podía jugar segunda base, no podía ser fílder porque mi brazo derecho no servía para lanzar ninguna bola. Tuve que buscar mi lugar a base de batear, batear, batear, batear”.

Al final de 2020 volvió a Pericos como titular. Los Pericos fueron rebautizados a partir de 1945 por su estadio, que era verde –como su uniforme– y blanco. “El mismo año en que me lesioné terminé bateando .412. Tuve una excelente temporada; un gran desempeño en la parte defensiva porque ya podía tirar, ya podía jugar outfield, segunda y primera base. Ese año bateo .346. El 2021 había sido uno de mis mejores años, con los mejores porcentajes, más carreras producidas, más jonrones y más hits en mi carrera. Pasamos a playoffs, pero quedamos eliminados contra Olmecas de Tabasco y me reporté otra vez con Algodoneros de Guasave como titular. Jugué de outfield, jardín izquierdo, y primero y segundo bate”.

Diez años después del inicio de su carrera, Miguel Guzmán se convirtió en titular y referencia en sus equipos, Pericos y Algodoneros. Además, es de los jugadores más queridos de la afición.

Guzmán está agradecido por el apoyo que el gobierno ha dado a la selección mexicana y por la promoción al rey del deporte. “Es lo que debía ser”, afirma, porque México sí es una potencia beisbolera y también es un productor de grandes jugadores. “Uno de los deportes en los que sí destacamos los mexicanos es en el beisbol”.

Lamenta, sin embargo, que las reglas tampoco están facilitándoles las cosas a los peloteros mexicanos: “Imagínate, cuando yo debuté, en 2013, podían jugar cuatro extranjeros en cada equipo en la Liga Mexicana. Ahora se le permite jugar a 20 extranjeros en cada equipo. Eso te da una idea de qué tan complicado puede ser a veces para nosotros, los jugadores mexicanos. Son cinco veces más extranjeros los que se permiten. A mí me hubiera gustado que fueran máximo diez foráneos y 20 mexicanos para que todos tuvieran una oportunidad”.

El pelotero sostiene que le gustaría retirarse como jugador con el uniforme de Pericos de Puebla: “Quiero ser el líder de hits y quiero ser un emblema del equipo. Me gustaría terminar mi carrera en unos diez años más, si Dios me presta vida y me da salud. También quiero ser un ejemplo a seguir para mucho más niños, que se dan cuenta de qué clase de persona soy en el terreno de juego”.

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