Salinas Pliego asegura que sucederá la destrucción de la independencia del Poder Judicial

¡Vaya, qué espectáculo digno de una telenovela política! Y no precisamente de las más realistas. El magnate Ricardo Salinas Pliego, conocido por su habilidad para transformar lo ordinario en extraordinario y hacer de lo cotidiano un melodrama, ha lanzado una acusación tan seria que haría palidecer a cualquier escritor de thrillers políticos: «golpe de Estado».

Sí, has leído bien. Según el tercer hombre más rico de México, lo que está ocurriendo en el país no es otra cosa que un golpe de Estado disfrazado de democracia, todo orquestado por el partido en el poder, Morena.


Ahora, vamos a tomarnos un momento para digerir esta declaración. Salinas Pliego, el empresario multimillonario que ha hecho su fortuna navegando en las turbulentas aguas del capitalismo mexicano, ha decidido colocarse en el papel de héroe de la república.

Y no es cualquier héroe, sino uno que lucha contra un enemigo tan poderoso como nebuloso, armado con una retórica incendiaria que recuerda a los tiempos en los que las palabras eran la única arma disponible en la arena política.


¿Qué fue lo que provocó esta furia del magnate? Nada más y nada menos que la validación por parte del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) de la mayoría calificada de Morena y sus aliados en la Cámara de Diputados.

Un tecnicismo que podría sonar aburrido para el ciudadano promedio, pero que Salinas Pliego ha logrado transformar en el preludio de un apocalipsis político. Según él, este acto es el primero de una serie de movimientos «ilegales» que están destinados a convertir a México en una especie de dictadura disfrazada de democracia.


En su desahogo digital, Salinas Pliego afirma con tono de advertencia que el primer acto ilegal ha sido permitir la sobrerrepresentación de Morena, otorgándole el 75% del Congreso con solo el 54% de los votos.

«¡Qué horror!», podríamos exclamar, si no fuera porque este tipo de disparidades no son precisamente una novedad en la política mexicana, ni en ninguna otra democracia representativa. Pero claro, según el magnate, esto no es solo un mal menor, sino el inicio del fin.


Luego, Salinas Pliego, con la astucia de un profeta que ve más allá de lo evidente, anuncia lo que será el «segundo acto ilegal»: la destrucción de la independencia del Poder Judicial. Aquí, el empresario nos invita a imaginar un futuro distópico en el que los jueces, en lugar de interpretar la ley, se convierten en marionetas al servicio de un poder todopoderoso.

Uno casi puede ver la escena: las cortes llenas de jueces con los ojos vendados, firmando sentencias dictadas desde las sombras del poder. Y, por supuesto, esto culminará, según él, en el «tercer acto ilegal», donde los ciudadanos seremos «sometidos a la voluntad de Morena y secuaces», entrando así en lo que Salinas Pliego denomina la «Tiranía de la Mayoría».


Es difícil no percibir un cierto aire de melodrama en las palabras del empresario. Después de todo, si uno quisiera realmente argumentar que estamos ante un golpe de Estado, quizá debería presentarse alguna evidencia más contundente que una votación parlamentaria.

Pero, como bien sabemos, en la política (y en las telenovelas), la percepción lo es todo, y Salinas Pliego, con su habilidad para captar la atención del público, ha logrado colocar en el centro del escenario un tema que, de otra manera, probablemente no hubiera capturado tantos titulares.


El remate de esta narrativa casi épica llega cuando el empresario nos regala la definición de «golpe de Estado», como si necesitáramos un recordatorio de lo que significa: «Un cambio de gobierno repentino y decisivo, hecho de manera ilegal… o por la fuerza».

Al parecer, la simple existencia de una mayoría legislativa ya califica como un golpe de Estado en el imaginario de Salinas Pliego, lo cual, si lo pensamos bien, podría redefinir por completo el concepto de democracia. ¿Será que en su mente multimillonaria, donde las reglas del mercado a veces parecen más importantes que las del juego democrático, cualquier cosa que no encaje con sus intereses puede ser tildada de golpe de Estado?


Y es aquí donde surge la verdadera pregunta: ¿es esta la visión de un hombre preocupado por el destino de su país, o simplemente la de un empresario que ve amenazados sus intereses?

Porque, no nos engañemos, Salinas Pliego no es precisamente un espectador desinteresado en esta partida de ajedrez político. Con sus vastos intereses económicos, que van desde la banca hasta las telecomunicaciones, pasando por los medios de comunicación, cualquier cambio en el equilibrio de poder puede tener un impacto significativo en su imperio.


Tal vez este sea el verdadero trasfondo de su indignación: el temor de que un gobierno con una mayoría calificada podría tomar decisiones que afecten sus negocios. Pero, por supuesto, esa es una lectura que Salinas Pliego preferiría que no hiciéramos.

En su lugar, nos presenta su visión de un país al borde del abismo, donde las instituciones están siendo destruidas una a una por una fuerza oscura y omnipotente.


Anoche, en una decisión que probablemente pasará desapercibida para muchos, pero que Salinas Pliego ha elevado a la categoría de catástrofe nacional, el Tribunal Electoral validó la asignación de diputados plurinominales realizada por el Instituto Nacional Electoral (INE). Esta asignación, que otorga a Morena y sus aliados una mayoría calificada en la Cámara Baja, ha sido el detonante de toda esta tormenta en un vaso de agua.


Con cuatro votos a favor y uno en contra, la Sala Superior del Tribunal Electoral decidió que el partido en el poder, junto con el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), tendrán 364 curules en la próxima Legislatura.

Es interesante notar que, mientras Salinas Pliego lanza acusaciones de golpe de Estado, en realidad lo que ocurrió fue un proceso institucional, llevado a cabo por una corte que, nos guste o no, está legitimada para tomar este tipo de decisiones.


Pero claro, la realidad no siempre es tan emocionante como la narrativa que se puede construir alrededor de ella. ¿Qué sería de la política sin un poco de dramatismo? Es probable que, en otro momento, esta noticia hubiera pasado sin pena ni gloria, como tantos otros tecnicismos legales que rara vez capturan la atención del público.

Pero en el mundo de Salinas Pliego, donde todo tiene que ser llevado al extremo, donde cada decisión es una batalla entre el bien y el mal, esta votación se ha convertido en el preludio de un desastre inminente.


Sin embargo, no podemos dejar de preguntarnos si este aparente alarmismo no es más que una cortina de humo. ¿Será que Salinas Pliego está tratando de desviar la atención de otros asuntos? Después de todo, no es ningún secreto que los grandes empresarios suelen tener agendas que no siempre coinciden con los intereses del público en general.

Y en un país como México, donde las relaciones entre el poder económico y el poder político son tan complejas como las tramas de una telenovela, es difícil no sospechar que hay algo más detrás de esta declaración tan incendiaria.


En cualquier caso, lo que es seguro es que Salinas Pliego ha logrado lo que pocos pueden: convertir una noticia que de otra manera hubiera pasado desapercibida en un tema de discusión nacional.

Y no lo ha hecho a través de argumentos racionales o evidencias sólidas, sino a través de la retórica, el melodrama y una pizca de paranoia que siempre es efectiva para captar la atención del público.


Así que aquí estamos, al borde de lo que Salinas Pliego describe como un «golpe de Estado», aunque para muchos no sea más que el resultado de un proceso electoral legítimo.

Lo que está claro es que, en este juego de poder, la percepción es la reina, y Salinas Pliego, con su habilidad para manipularla, ha demostrado que sigue siendo un jugador formidable.

¿Será que en su próximo acto nos sorprenderá con una nueva revelación, o esta será solo una de tantas predicciones apocalípticas que se desvanecerán con el tiempo?

Solo el futuro lo dirá, pero mientras tanto, el magnate ha logrado que todos estemos pendientes de su próximo movimiento. Y eso, en el mundo de la política y los negocios, ya es un triunfo en sí mismo.


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