El arte de hacer buenas preguntas​

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El arte de hacer buenas preguntas

¿Cuál es tu estrategia para relacionarte con el mundo? ¿Te ha funcionado? ¿Qué cambios requiere? ¿Con qué propósito?

Hay de preguntas a preguntas. Albert Einstein, por ejemplo, decía que no contaba con talentos especiales, sino que solo era un ‘curioso apasionado’. Esto le confería un atributo que tendría efectos secundarios en toda su dinámica de vida: se convirtió en un preguntón profesional.

Solo quien busca el desengaño, a diferencia del entretenimiento, encuentra el aporte de una buena pregunta: por encima de las posibles respuestas está el escaso acto de pensar. En su origen, yace la inocencia de la curiosidad como el combustible que enciende y moviliza el conocimiento más profundo o escondido.

Esta partícula que nos hace inquietos también opera en sentido inverso hacia el ocio. Basta echar un vistazo al scrolleo consciente en redes sociales para descubrir hilos sueltos en los ganchos y trampas que se usan para succionar la atención de una mirada ocasional y atraparla por un tiempo indeterminado en su propia caja de eco.

Parece broma, por ejemplo, que los noticiarios mantengan el mismo formato y fórmula de hace 50 años: una persona erigida en monolito leyendo y propagando la interpretación que su empresa hace de los hechos. Por algo las nuevas generaciones dicen enterarse de las noticias por TikTok.

Tal vez, el agente que no figura aquí para darle la vuelta a esta situación —como a muchas que viven estancadas— sea hacer una buena pregunta.

La importancia de una buena pregunta

Las grandes preguntas de hoy se debaten entre “¿cuánta pila le queda a mi celular?” hasta “¿qué nueva serie hay en Netflix?”. Sobra información, pero faltan preguntas. Nos tocó presenciar el momento en el que la artificialidad ha cobrado inteligencia.

Sirve reencuadrar el sistema para entender el valor del preguntar: desde el Gnōthi Seauton del Oráculo de Delfos, hasta ese rectángulo blanco en la pantalla que funciona como canal para conectar con ChatGPT. Si algo cambió en la manera de interactuar con los motores de conocimiento es que el valor pasó de la funcionalidad de la respuesta a la precisión de la pregunta, de ahí que los más vivos en esta oleada estén estudiando, en este momento, prompt engineering. 

Corto de alcance, quien entienda las preguntas como simples vehículos para obtener respuestas. Estas sanas dudas constituyen los canales de introspección al perseguir —cuando menos— una línea causal del conocimiento de una persona. De ahí que una buena pregunta implique esfuerzo, ideación, acopio de referentes, reconfiguración de escenarios, validación de hipótesis, divergencia temporal y múltiples marcos racionales que derivan en el auténtico realambrado estructural del cerebro. Neuroplasticidad, como la refiere el neurocientífico Richard Davidson.

10 componentes de una buena pregunta

Es momento de soltar una pregunta que no sé qué tan buena sea: “¿Y qué diablos es una buena pregunta?”. Para hacerlo manejable, se puede convenir que, toda vez que te haga reflexionar, la pregunta valió la pena ser formulada. Pero en un ejercicio que hurga mayor profundidad, hay que perfilar el contexto. Por ejemplo, en un plano meramente conversacional, pudiéramos encontrar algunos de sus componentes clave en este arriesgado listado:

Relevancia, que esté relacionada directamente con el tema

Claridad, la va entender un niño porque rehuye toda abstracción

Concisión, es lo concreta que debe, para ser comprendida

Especificidad, cuenta con el nivel de detalle requerido para transmitir la información requerida

Utilidad, brinda principios de soluciones directas

Profundidad, de acuerdo con el contexto, expresa reflexión

Punto de vista personal, cuenta con un aporte de valor propio

Razonable, no carga sesgos ni suposiciones que puedan influir en la respuesta

Oportuna, se hace de forma lógica o contraintuitiva, dependiendo la intención

Ética, respeta los límites personales y profesionales

Estos 10 elementos muestran un rostro básico y ramplón en una lectura inicial, pero combinarlos y emplearlos como una dinámica cotidiana —con atención intencional y dirección volitiva— representa el reto de este texto que estás leyendo. De hecho, estos 10 puntos muestran el principio para formular preguntas más elaboradas con el fin de discutir la estructura de un problema complejo, como por ejemplo, en el contexto de negocio:

– ¿Cuál es el alcance del proyecto y por qué se ajusta a ello?
– ¿Cuáles son los elementos del problema y cómo condicionan a la situación para que se interprete como problema? (Físicos, sociales, económicos, ambientales, emocionales, profesionales, primarios, secundarios)
– ¿Qué obstaculiza la resolución de este problema?
– ¿Qué no estamos considerando al intentar resolver este problema?
– ¿Cuáles son los estigmas asociados con este problema?
– ¿Cuáles son las preocupaciones o temores que otras personas pueden tener sobre este problema?
– ¿Qué no suele mencionarse acerca de este problema?
– ¿Quién niega que esto sea un problema?
– ¿Cómo afecta, a quiénes y en qué niveles, este problema?
– ¿Qué contextos históricos pueden estar influyendo o sesgando la percepción de este problema?

Pistas para preguntar mejor

Partamos de la premisa de que para preguntar mejor se requiere afinar cualquier sentido que nos defina como humanos, en particular, el de la atención. Esto bajo la idea de establecer un contacto más profundo con la raíz del tema y de esa manera encontrar los componentes esenciales que debiera tener la pregunta. De ahí, tres ideas prácticas que han probado ser efectivas al concientizarse:

1. Claridad y concisión

Una pregunta clara y directa es más probable que genere respuestas útiles. Al evitar conscientemente cualquier ambigüedad se adquiere precisión y dirección en torno de una comunicación efectiva. Por ejemplo, en lugar de preguntar “¿Cómo se sienten con este proyecto?”, resulta más efectivo preguntar “¿Qué aspectos del proyecto parecen inalcanzables para tu área?”.

2. Escucha activa

Filtrar el ruido y dirigir la atención con voluntad conduce a elevar el nivel de preguntas como resultado de un procesamiento más profundo. Esto no solo mejora la calidad de la información, sino que agrega sentido de respeto por el interlocutor y mejora el canal de comunicación. La escucha activa implica estar presente en la conversación, sin estar formulando pensamientos secundarios y evitando distracciones.

3. Contexto

Adaptar las preguntas al contexto y al interlocutor pareciera una tarea tan simple como preguntar lo que sea. De ahí que tener marcos de referencia y un amplio sentido de perspectiva ayudan a hacer valiosas combinaciones. En una investigación de mercado, las preguntas específicas sobre el comportamiento del consumidor pueden revelar patrones más valiosos (Smith, S. M., & Albaum, G. S. (2012). Fundamentals of Marketing Research. SAGE Publications.). En un entorno educativo, las preguntas abiertas han probado estimular el pensamiento crítico y el debate entre personas y equipos.

Steve Jobs era conocido por su habilidad para provocar a la gente haciendo preguntas que desafiaban las suposiciones en la mesa. En una reunión, preguntó: “¿Qué pasaría si dejamos de vender superficialidades y nos enfocamos en el software?”. Y ese fue el inicio de un trabajo estratégico en cascada que eventualmente transformó la industria tecnológica (Isaacson, W. (2011). Steve Jobs. Simon & Schuster.).

Otro ejemplo notable es el de los investigadores científicos que, al preguntar “¿Por qué?” y “¿Cómo?”, han sido capaces de hacer descubrimientos revolucionarios. Por ejemplo, la pregunta de Alexander Fleming sobre, por qué ciertas bacterias no crecían alrededor del moho, que motivó al descubrimiento de la penicilina, misma que salvó millones de vidas.

Harold Lasswell formuló las preguntas clave del análisis de contenido: ”Quién dice qué, a quién, por qué, para qué, en qué medida y con qué efecto”. Se pueden emplear los marcos de referencia predilectos, el meollo está en evitar desgastar y perder el ingrediente de la curiosidad como el motor de ingreso de nuevas referencias y la facultad para consistentemente lanzar filosas preguntas al mundo.

Contacto:

* Eduardo Navarrete es especialista en Estudios de futuros, periodista, fotógrafo y Head of Content en UX Marketing.

Linkedin: https://www.linkedin.com/in/eduardo-navarrete

Mail: eduardo.navarrete@uxmarketing.com

Instagram: @elnavarrete

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